Extravíos presidenciales
Carlos Pagni
Las iniciativas y declaraciones del Gobierno en relación con Papel Prensa obligan a pensar si los Kirchner no habrán sido infiltrados por alguien de la oposición. Es una hipótesis enloquecida. Sin embargo, los errores que vienen cometiendo son tan numerosos que, por un instante, a algún distraído podría resultarle atendible. Sobre todo si ese distraído tiene alguna propensión a las teorías conspirativas, como les ocurre a la Presidenta y a su esposo.
El extravío principal de la nueva batalla es que revela la ausencia de un plan político. Muchos observadores suponían, y muchos oficialistas festejaban, que Kirchner hubiera decidido reubicarse en la escena suavizando su perfil, apaciguando sus relaciones, seduciendo al público más moderado, buscando el centro. Ahora se sabe que fue una ilusión óptica. O ese plan no existió o no pudo ser administrado. Frente al problema de su declinación política, Kirchner vuelve a mostrarse como un líder monorrecurso, alguien que sólo sabe dar trompadas, cualquiera sea el contexto, le convenga o no. Como si quisiera confirmarlo, antes de aplaudir a su esposa le entregó a Hugo Moyano el PJ bonaerense. Cualquier conjetura sobre su capacidad de regeneración debe ser revaluada.
Hay otros errores específicos, muy graves. El más llamativo es que, por primera vez de manera inocultable, los Kirchner instalaron una enorme duda sobre la autenticidad de su compromiso con la bandera de los derechos humanos. La Presidenta se sirvió de todos los recursos del Estado para hacer caer sobre Bartolomé Mitre y Héctor Magnetto la denuncia de un delito de lesa humanidad cometido en contra de los Graiver. Pero horas antes de que formulara esa gravísima acusación, los Graiver la desmintieron. María Sol e Isidoro Graiver ratificaron lo que había adelantado Gustavo Caraballo: que la venta de Papel Prensa no estuvo determinada por la atroz persecución de los militares contra esa familia. ¿A nadie se le ocurrió hablar con los Graiver antes de lanzar la denuncia? ¿Alguien le habrá dado una justificación a la señora de Kirchner por semejante equivocación? ¿Se la dará ella a alguien?
Interrogantes
Las aclaraciones de los Graiver refuerzan otros interrogantes. ¿Por qué razón Rafael Ianover, testaferro de David Graiver, declaró ante la Secretaría de Derechos Humanos que las acciones de Papel Prensa habían sido arrebatadas bajo apremios inhumanos, pero modificó esos dichos en la Justicia? ¿Qué veracidad tienen las manifestaciones de Lidia Papaleo, la viuda de Graiver? ¿Es cierto que, antes de publicitar sus acusaciones, Carlos Kunkel la llevó a una reunión con los Kirchner en Olivos? ¿Hubo dos abogados penalistas, uno de ellos cercano a los Papaleo, que se le acercaron, en nombre de un empresario kirchnerista, para comprarle la empresa si la llegara a recuperar? No son preguntas aleatorias. La propia Lidia Papaleo comentó esos hechos como reales a un directivo de la compañía, el 26 de mayo pasado, en el Hotel Alvear. Nadie se decidió a creerle.
Tal vez sean detalles. Lo relevante es que, desde la jefatura del Estado, se convirtió la causa por los derechos humanos, que por definición es universal, en el ariete de una controversia ocasional. En adelante el Gobierno deberá demostrar que no está tergiversando la tragedia de los años 70 para sacar ventajas facciosas. Es una obligación incomodísima para un grupo político que se reivindica como progresista.
Comparados con este problema, los furcios, inexactitudes e incongruencias del discurso de la Presidenta parecen casi humoradas. Por ejemplo, sus referencias a Ianover, presente en el salón, como "el testaferro" de Graiver, a secas. El tono fue tan natural que lleva a pensar si en la casa de los Kirchner esa palabra no sonará más familiar que entre el común de la gente. El "prestigioso catedrático" Alberto González Arzac contribuyó con esta impresión al sostener la insólita teoría de que, cuando el testaferro es manifiesto, los bienes que figuran a su nombre deben ir a la sucesión del verdadero dueño. También la acusación contra los socios privados de Papel Prensa por la apropiación indebida de unas acciones que, en realidad, están en poder de Télam indica que la Presidenta leyó los expedientes a los apurones.
Esas acciones le sirven en estos días a Guillermo Moreno para intervenir en las asambleas societarias. El mismo protagonismo de Moreno y Beatriz Paglieri -la "Pagliari" de la Presidenta- se podría haber evitado. Salvo que se les quiera asignar a las imputaciones del Gobierno el nivel de credibilidad de que gozan las cifras del Indec.
También por culpa de esta embestida los Kirchner retrocedieron en el mapa del poder. Que la UIA haya publicado el rechazo a una invitación de la Presidencia de la Nación es un hecho al que resulta difícil encontrar un antecedente histórico. Tal vez ese desaire se habría evitado, o habría tenido una excusa menos, si los Moyano hubieran levantado el asedio contra Siderar. Pero esperaron a que la UIA decidiera no concurrir a la cita para, entonces sí, deponer su actitud.
Los vacíos de la Galería de los Héroes del Bicentenario hubo que cubrirlos con empleados del Congreso. La ausencia del empresariado fue casi completa: no estaban los de AEA ni los del campo, pero tampoco Cristóbal López, Enrique Eskenazi, Ernesto Gutiérrez, Rudi Ulloa, Lázaro Báez o Gerardo Luis Ferreira. ¿O a ellos no se los invita?
Hubo otras ausencias significativas. Entre ellas, la de la embajadora de los Estados Unidos, Vilma Martínez. Su inasistencia alimentó la versión de que Arturo Valenzuela le transmitió a Héctor Timerman alguna preocupación del gobierno de Barack Obama por la embestida contra Papel Prensa. Timerman se vio con Valenzuela durante el viaje relámpago que realizó a Washington el fin de semana pasado.
El oficialismo esta desconcertado. Los que militaron en la guerrilla de los años 70 deben tolerar que, de mencionar los ideales que alimentaron aquella infeliz experiencia, se pase ahora a hablar de sus secuestros, testaferros y extorsiones. ¿Habrá sido por este involuntario revisionismo que a la Presidenta le resultó tan dificultoso pronunciar en su discurso la palabra "montoneros"? Cuando esperaban ser convocados para una saga tal vez inconveniente, pero emocionante, los kirchneristas quedaron abrazados a una bandera exótica. Desde el salón de los héroes se los llamó a morir por la causa del autoabastecimiento del papel de diarios. Es un objetivo extraño. Ni siquiera los diarios derraman una lágrima por él.
Fuente: Extravíos presidenciales, por Carlos Pagni - La Nación - 26/08/10
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