// Bienvenidos al Multiespacio << Jóvenes por la Igualdad >> de Jxi Córdoba, en el CC-Ari // Sean bienvenidos a la "Cultura en Acción"...//

Una visión del pasado, del presente y del futuro recopilada entre los periodistas, cientificos, e intelectuales argentinos : La brújula política está dedicada al estudio y a la reflexión crítica sobre la realidad.

30/7/10

Opinión
Costumbres argentinas
Beatriz Sarlo



La corrupción no le importa a nadie, me dice un amigo. Los miles de minutos emitidos y de centímetros impresos destinados al tema se justificarían por lo menos en una de las dos razones siguientes: la corrupción es una noticia que la gente sigue con interés, o esas incesantes noticias finalmente llegan a interesar a lectores y televidentes.

Pero si mi amigo tiene razón, se gasta pólvora en chimangos, no sólo porque escasean los jueces y fiscales que se atrevan con la corrupción, sino también porque a muchos argentinos les resulta más o menos indiferente, aunque no lo digan de modo explícito porque sería un cinismo que pocos están dispuestos a practicar abiertamente.

La democracia aparece como un régimen que brinda oportunidades para delinquir desde el gobierno y no asegura el castigo de quienes las aprovechan. Pero las dictaduras también han demostrado ser regímenes corruptos. Los regímenes excepcionales, como el de Fujimori, en Perú, no exhibieron menos, sino más corrupción que otros, y democracias surgidas de revoluciones populares o campesinas fueron rápidamente colonizadas por un Estado que practicó la corrupción de modo piramidal y con un orden que todos los subordinados debían respetar.

Por cierto, no es ninguna garantía de menor corrupción que los gobiernos sean ocupados por elites que ya poseen fortunas cuando llegan al Estado; tampoco es una garantía que sean hombres venidos desde abajo, en largas luchas, los que arriben finalmente al poder.

Lo que acabo de describir sería un sistema universal e inevitable contra el que, como está en la naturaleza de las cosas, no se podría hacer nada. Sin embargo, hay países donde la corrupción está mal vista por la clase política en su conjunto. No es necesario ir muy lejos: Uruguay y Chile ofrecen ejemplos cercanos. Recuerdo, hace algunos años, leer en los diarios chilenos el escándalo provocado por un legislador que se había quedado con una suma que en la Argentina sería considerada de libre uso (un "vuelto", diríamos con desvergonzada sinceridad). La opinión pública condenó duramente a algunos parlamentarios británicos por gastos que aquí serían livianamente considerados parte de sus prerrogativas, y hace pocos días un ministro del nuevo gobierno debió renunciar porque había usado una asignación de alquileres para pasársela a su pareja, como si fuera un inquilino.

Es escéptica y superficial una sociedad que no les hace pagar las consecuencias de sus actos a políticos que han sido denunciados como corruptos. Se apasiona con el chimento, lo consume como si se tratara de noticias aparecidas en revistas de celebrities , a las cuales tampoco les hace pagar con su prestigio el descubrimiento de que poseen autos importados de modo flagrantemente irregular. Las celebrities , entre sus atractivos fatales, tienen el de ser transgresoras. Pero a las celebrities se las ama y a los políticos, no. Hay una disposición a creer cualquier cosa de cualquiera, y por lo tanto a pronunciar la peor de las frases de la antipolítica: "todos son corruptos".

Verdaderos problemas de la política quedan neutralizados por la indiferencia. Nadie se vuelve menos alerta ante la corrupción por falta de datos, porque los datos abundan. La cuestión pasa por la experiencia del castigo: los corruptos sin castigo son un ejemplo tan persuasivo como el de quienes no pagan sus impuestos y quedan alojados en nichos donde finalmente los pasa a recoger el camión sanitario de alguna moratoria.

En los países donde las transgresiones son duramente sancionadas, la corrupción o la evasión impositiva, tanto como sanciones morales, hacen correr el riesgo de sanciones penales. Esos crímenes no son tratados como un caso de conducta revoltosa en el último año del secundario.

Cuando la sanción penal es dura, la moral tiene un mejor terreno para implantar su discurso: se sabe que no hay que delinquir porque está mal, pero también porque existe la pena apropiada al delito. Fuera de ese régimen de delitos y penas, la ética pública se vacía de fuerza performativa.

Pero más importante que esto quizá sea el hecho de que es complicado convertir la corrupción en algo políticamente significativo. Quien estuvo cerca de lograrlo fue Carlos Alvarez. En 2000, renunció a la vicepresidencia de la República cuando estalló el escándalo de la compra de senadores. Ese acto "politizó la corrupción", es decir que la mostró no sólo como una falta moral sino también como el arma más destructiva utilizada sobre el Congreso. El camino que luego siguió Alvarez no insistió en esta línea, pero su renuncia tuvo un valor pedagógico, aunque de efecto breve.

Politizar la corrupción es sustraerla del terreno donde hoy se la muestra: el de una anomalía que se olvida para ser reemplazada por otra y, así sucesivamente, el corrupto de mañana desaloja al corrupto de ayer, confirmando el prejuicio antipolítico expresado por la frase obtusa "todos son corruptos".

El caso del majestuoso enriquecimiento del matrimonio Kirchner, que fue tan rápidamente considerado inimputable por un magistrado servicial, debiera ser explicado mejor no sólo en los detalles de una inversión inmobiliaria afortunada.

La democracia amplía las oportunidades para mucha gente que en otros regímenes no estaría en el gobierno. Esto es óptimo. Pero también amplía cuantitativamente el universo de personas que serán sometidas a todas las oportunidades que se tienen en el poder o cerca de él.

Esta desigualdad entre representantes y representados es peligrosa siempre, porque el representante sabe antes que el representado de dónde puede sacarse una tajada. Por otra parte, el representante tiene más posibilidades que el representado de inventar un discurso que justifique sus acciones. El más habitual hoy es el de los costos de la política. Los partidos necesitan financistas privados a los que se retribuye con contratos del Estado. Y esto ha sucedido no sólo en la Argentina.

De alguna manera se difunde la idea de que sólo alguien muy rico puede pagarse una campaña electoral y, entonces, la competencia queda entrampada entre el millonario y el corrupto (cuando no entre la fusión de esas dos figuras en el mismo hombre). Kirchner necesita enriquecerse porque su futuro político pasa por tener los medios para seguir en el escenario aun cuando pierda las elecciones.

Por otra parte, el ciudadano puede pensar sin malicia consciente que muchos no dejarían escapar una oportunidad tan generosa como la que se les ofreció a los Kirchner para expandir su capital. Hacer negocios lícitos y no lícitos con el Estado es una tradición argentina. Al continuarla, Kirchner cumple un sueño y adhiere a una costumbre. El crecimiento de una fortuna más allá de tasas que resulten verosímiles implica haber saltado sobre la oportunidad; desprevenidamente, podría creerse que con esto no se le roba a nadie, como si cualquier delito de corrupción se redujera a la figura del robo.

Las zonas grises abundan y son aquellas en las que es más difícil establecer un juicio si no se tiene muy claro cuál es la separación entre lo público y lo privado.

La depredación de lo público no es una actividad que sólo sea practicada por los políticos. Los delitos ecológicos, para poner un ejemplo, no son robos sino depredaciones tan evidentes como que se usa un curso de agua público para envenenarlo con basura industrial privada.

La otra corrupción, directamente política, es la que sucede con el manejo discrecional de los fondos públicos. Cuando algunas organizaciones sociales reclaman que los subsidios no sean manejados por los intendentes hacen centro en una estrategia de poder que confunde las lealtades electorales con los medios para conseguirlas.

Dejando de lado la posibilidad de que esos intendentes realicen actos de corrupción que los favorezcan directamente, lo que hacen es utilizar fondos que no les pertenecen, administrándolos en su favor o en el del gran caudillo que los adjudica. El carácter intrínsecamente corrupto de esta maniobra tiene tanto que ver con el uso político de fondos sociales como con las ocasiones de enriquecimiento personal de los jefes municipales que son responsables del desvío. Volver sobre estos casos es politizar la corrupción, porque estas maniobras realizadas con fondos públicos afectan derechos de ciudadanía.

Es obvio que, sin perder el eje de una moralización de la política, lo que parece necesario es una ininterrumpida politización de los discursos sobre la corrupción.

Esto quiere decir: extraerla de la esfera moral y definirla siempre como cuestión política, ya que la hace posible el ejercicio del poder; explicarla siempre en términos políticos, incluso cuando parece responder a extravíos personales; distanciarse del cualquierismo que afirma que todos fueron, son y serán así; señalar los usos privados de lo público como transgresiones que destruyen la vida política y social y el funcionamiento mismo de la economía; impugnar la idea de que es posible ejercer el poder de manera corrupta y, al mismo tiempo, eficaz, democrática y popular. Imposibilitar la ecuación que, en su momento, benefició a Menem: son corruptos pero gobiernan. Simplemente, si son corruptos no deberían gobernar y si gobiernan no deben ser corruptos.

Fuente: Opinión: Costumbres argentinas, por Beatriz Sarlo - La Nación - 10/06/10
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14/7/10

Opinión
Milagro K: progresistas neoliberales
Por Jorge Oviedo

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El kirchnerismo ha logrado un milagro. Los progresistas que se opusieron a Carlos Menem y a Domingo Cavallo repiten hoy sus argumentos. No es una reconversión de los Kirchner, que fueron grandes, enormes, aliados políticos de Menem, la privatización de YPF y la convertibilidad de Cavallo.

Pero en nombre de las políticas fiscales de entonces se decía que era imposible que los jubilados cobraran el 82% móvil. Y los progresistas despotricaban: "Capitalismo salvaje, fiscalismo deshumanizado".

Muchos de ellos aparecen ahora en público sosteniendo lo mismo que entonces decían Menem, Cavallo, Roque Fernández y otros, elevados hoy en día a la categoría de "monstruos neoliberales" por los progresistas.

Pero además, el ministro Amado Bodou dijo en el Senado que si se diera el aumento a los jubilados y se garantizara el 82% móvil habría déficit fiscal.

Siguiendo la línea del relato K de la economía uno puede preguntarse: Y si fuera cierto, ¿qué? Porque a fin de cuentas éste es el mismo gobierno que dice que el camino a seguir para mantener en alza la economía y el empleo en medio de la crisis es subir el gasto, aunque haya déficit. Es decir, hacer como Barack Obama en los Estados Unidos. Y no contener los gastos, como el español Rodríguez Zapatero o la alemana Angela Merkel.

Boudou despotricó en el Senado contra el FMI, del que la Argentina es miembro. Más aún: el FMI también se opuso siempre al 82% móvil para los jubilados. Como los Kirchner, Boudou, Menem, Cavallo, Roque Fernández y ahora también los progresistas.

Los argumentos oficiales son endebles y contradictorios. Dicen, por ejemplo, que es imposible pagar el 82% móvil porque hay muchos más jubilados que gente en actividad que aporta.

Si eso es un problema, ¿por qué se sumó a dos millones de beneficiarios que nunca aportaron? ¿No importaba entonces que pudiera haber déficit?

La verdad es otra. Sólo el 40% de los ingresos, dijo Diego Bossio, el titular de la Anses, para el pago de los beneficios proviene de aportes de trabajadores y empleadores. El resto son ingresos, en su mayoría, impositivos.

Bossio dice que por ello se pueden usar los fondos para otra cosa que no son haberes previsionales. Pero, entonces, el argumento de que el 82% no alcanza porque los aportes de trabajadores y empleadores son insuficientes es falso.

Y el argumento de que es la oposición la que quiere caprichosamente aumentar los haberes tampoco parece sostenible. Hay un fallo de la Corte, el de la causa Badaro, que dice que los que cobran más que la mínima deben cobrar más. El Gobierno mira para otro lado y no actualiza los haberes y espera que los beneficiarios hagan juicios que duran años. Muchos de ellos, lo sabe cualquiera, se morirán sin cobrar y esperando un fallo gracias a esa política de los Kirchner. ¿Sabrán los progresistas que apoyan al Gobierno que también apoyan eso?

Fuente: Opinión - Milagro K: progresistas neoliberales, por Jorge Oviedo
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El escenario
La oligarquía peronista
Jorge Fernández Díaz
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A los Kirchner les encanta atizar el fuego de la lucha heroica contra los "poderes concentrados". Esa expresión, que sirve para mantener alerta y cohesionada a la tropa y es fundamental para recrear la mística del "relato", viene desde los últimos años del primer peronismo. Eran los "poderes concentrados" los que habían derrocado a Juan Domingo Perón, proscripto al partido y sus íconos y divisas, secuestrado el cadáver de Eva, procesado y detenido a sus dirigentes y fusilado a sus leales.

Podían verdaderamente los peronistas explicar su heroísmo durante la resistencia; incluso en los turbulentos años 70, cuando intentaron un giro guevarista, y sobre todo durante la última dictadura militar, que los torturó y asesinó aplicando el más siniestro terrorismo de Estado.

Toda esa épica reconocible ha quedado, sin embargo, bastante lejos. A partir de la era democrática, el Partido Justicialista se transformó en un colectivo que gobernó y no dejó gobernar, una casta de dirigentes humildes que se transformaron rápidamente en millonarios habitantes de fastuosas mansiones, con poder territorial y presupuestos abultados. Y la capacidad para girar a derecha e izquierda y hacerle creer una y otra vez a la sociedad que los iguales eran distintos, y que en realidad los de antes no resultaban "verdaderos peronistas" como ellos, "los auténticos", que llegaban siempre ansiosos para un nuevo turno. Dentro de esa realeza política, que de algún modo se convirtió en lo que antes combatía, hay príncipes, duques y barones (del conurbano) que luchan por el botín y se enfrentan en batallas y traiciones para que todo cambie sin que cambie el fondo. Es decir, para que no haya alternancia y el peronismo siga su monólogo interminable.

Hay peronistas en el Gobierno y en la oposición; la maquinaria pejotista -ya un remedo indisimulable del PRI mexicano- condiciona a las administraciones que no son de su mismo color, y cualquiera sabe hoy que desde el más rebelde y "progre" hasta el más "derechoso" debe entrar en el peronismo para tener una mínima chance electoral. El peronismo, por aciertos propios e ineptitudes ajenas, triunfó. Y sabido es que cuando un movimiento que se autopercibe como revolucionario triunfa y se apoltrona en el poder, inevitablemente se vuelve conservador. El peronismo, más que ningún otro sector de este país, representa de ese modo una nueva forma de conservadurismo conducida por una nueva clase de oligarquía.

El gran narrador Jonathan Swift parecía hablar de las internas peronistas cuando escribía aquella imagen célebre: "Podemos observar en la república de los perros que todo el Estado disfruta de la paz más absoluta después de una comida abundante, y que surgen entre ellos contiendas civiles tan pronto como un hueso grande viene a caer en poder de algún perro principal, el cual lo reparte con unos pocos, estableciendo una oligarquía, o la conserva para sí, estableciendo una tiranía".

Es interesante la palabra "oligarquía", sinónimo supremo de los "poderes concentrados". La Real Academia Española la define como "gobierno de pocos", pero anota también otra acepción: "Conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio".

Ese "gobierno de pocos" se consigue, justo es decirlo, con el apoyo de muchos. La increíble ineptitud de las sucesivas oposiciones al peronismo hicieron posible esta paradoja: votar al menos malo y legalizar así mediante las urnas el sostenimiento de una estructura de señores feudales que terminan transgrediendo las reglas democráticas, realizando lo que no prometieron y dejando una bomba de tiempo económica.

Los peronistas dominan quince provincias y comparten porciones importantes de poder en otras seis. Más allá de fracturas momentáneas, son amplia mayoría en las dos cámaras del Congreso y en las principales legislaturas. Controlan grandes y pequeñas ciudades. Tienen una red gigantesca de punteros y planes sociales. Poseen las principales cajas públicas nacionales, provinciales y comunales, sin olvidar que utilizan como propios para tareas políticas y faenas de cooptación y hostigamiento a la Anses, la AFIP, la SIDE y el Banco Central. Nadie puede gobernar el país sin cierto consentimiento por parte de los principales intendentes del conurbano bonaerense, que administran desde hace décadas un territorio donde la desigualdad y la pobreza han crecido, y donde ahora cunde la anomia, el clientelismo y el gerenciamiento de la miseria.

La columna vertebral del movimiento domina el transporte de tierra, aire y agua de la Argentina: desde los camioneros y la Fraternidad y la Unión Ferroviaria hasta los colectiveros de todas las distancias, los pilotos de avión, los peones de taxi y los trabajadores portuarios responden a un mínimo gesto de Moyano, que también maneja a otros cien pequeños gremios. Su influencia llega a las tarifas, a los precios, impacta en la alimentación y en los peajes, y talla en todo el aparato peronista: es vicepresidente del PJ nacional y, como no le alcanzaba, también del bonaerense.

Sus competidores, los Gordos, cuentan con otros cincuenta gremios aliados, sin olvidar a los empleados de las estaciones de servicio, las agencias de seguridad, la sanidad, el comercio, los gastronómicos y los muchachos de Luz y Fuerza. Su poder de negociación es letal, y no hay empresario importante que pueda resistir el embate a fondo de estas organizaciones todopoderosas, encabezadas por burócratas enriquecidos. Ningún gobierno independizado del "partido único" sería capaz de sobrevivir sin "una pata peronista" o sin hacer un acuerdo espurio con todos estos jerarcas.

A eso el gobierno justicialista suma un ejército piquetero de 150.000 personas dispuestas a movilizarse, cortar calles y rutas, bloquear locales y escrachar personas. Me refiero a los militantes activos de Movimiento Evita, Tupac Amaru, Central de Movimientos Populares, Frente Transversal y Popular, todos ellos sensibles a la caja y los mandatos de la Casa Rosada.

Del viejo establishment no queda más que un grupo de empresarios asustados y con escaso margen para operar significativamente sobre la realidad. Muchos de ellos hacen excelentes negocios con el Gobierno, otros temen sus ataques y acompañan en silencio. Y luego están los que cedieron a la presión y al debilitamiento, y les vendieron a los capitalistas amigos de Kirchner, que fueron armando a su vez un conglomerado para hacerse dueños del agua, el gas, el petróleo y los medios. Los grupos adictos al peronismo se expanden y han logrado articular holdings impresionantes que reciben órdenes desde Olivos. Los bancos quedaron debilitados y sin fuerza para condicionar cualquier cosa cuando les arrancaron las AFJP: los más grandes y gravitantes son el Nación y el Provincia, cuyo control férreo está en manos del peronismo gobernante. Las cámaras empresarias fueron copadas o dividas. Las multinacionales que tenían servicios públicos le temen más al gobierno argentino que a Dios. La economía está más concentrada en la actualidad que en los aborrecidos años 90. Es el momento de mayor presión tributaria y más alto gasto público de la historia: el 72% está en manos de Presidencia de la Nación. Billetera no sólo mata galán. También mata ideal. Y con esos billetes, los perseguidos de antes son los perseguidores de ahora.

A esto se suma un sistema propagandístico en expansión formado por medios estatales y provinciales engordados con el erario; cadenas noticiosas y radios de primer orden que reciben publicidad oficial y negocios, y que propalan con entusiasmo las buenas nuevas y toman represalias contra los periodistas díscolos; diarios y revistas que están al servicio del oficialismo haciendo alharaca con la libertad de expresión pero que jamás investigarán ningún hecho de la corrupción kirchnerista.

En un país que es rehén -gozoso o angustiado- del peronismo, victimizarse y buscar chivos expiatorios, conspiradores destituyentes y sinarquías internacionales resulta, por lo tanto, un viejo truco vacío, casi una broma. Como pasar por contestatarios cuando son y representan al mismísimo statu quo, a la hegemonía en su punto de máxima cocción. Los "poderes concentrados" hoy los detentan en la Argentina precisamente los miembros del gran partido del poder. Una nueva oligarquía política que perdió la heroicidad hace mucho, mucho tiempo.
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12/7/10

9 de Julio: día de la Independencia Argentina


La declaración de independencia de la Argentina fue una decisión tomada por el Congreso de Tucumán que sesionó en la ciudad de San Miguel de Tucumán de las entonces Provincias Unidas en Sudamérica. Fue proclamada el 9 de julio de 1816 en la casa que era propiedad de Francisca Bazán de Laguna, la cual fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1941. Con dicha declaración, se rompían los vínculos de dependencia política que los gobiernos locales tenían con la monarquía española.

¿Qué pasó después... con la Declaración de la Independencia?

Desde 1813, las Provincias Unidas del Río de la Plata ya no juraban fidelidad a Fernando VII. La soberanía recaía en la Asamblea Nacional General Constituyente (Asamblea del Año XIII), que estuvo reunida entre 1813 y 1815.Después, la soberanía pasó al Congreso Nacional General Constituyente, que estuvo reunido entre 1816 y 1820 (Congreso de Tucumán). Disuelto el Congreso y el Directorio, a comienzos de 1820, no hubo gobierno nacional en el país hasta la elección de Bernardino Rivadavia como Presidente de la República, el 7 de Febrero de 1826.Desde 1820 hasta 1826 y desde 1827 (tras la renuncia de Vicente López y Planes, sucesor de Rivadavia) hasta 1853 (año de sanción de la Constitución Nacional Argentina que rige actualmente) cada provincia reasumió su soberanía, sancionó su constitución propias y tuvo sus propias instituciones y autoridades, independientes de las demás provincias, como si cada una de ellas fuese un Estado.Durante esos largos períodos de autonomías provinciales, se tomó por costumbre que las provincias delegaran el manejo de las relaciones exteriores (cuerpo diplomático) y los negocios de paz y guerra en el gobernador de la Provincia de Buenos Aires.El gobierno de Buenos Aires obtuvo el reconocimiento de la Independencia por parte de las principales potencias del mundo: Estados Unidos de América (1822) Gran Bretaña (1824) Francia (1830)

Nuestra independencia...

Este 9 de Julio del 2010, en el año del Bicentenario, se cumplen unos 194 años de la declaración de nuestra independencia, un episodio clave de nuestra historia en cuanto a la consolidación de la emancipación nacional, con lo cual se comenzó a consolidar el afianzamiento de la Nación argentina dentro de la perspectiva latinoamericana, culminando de tal modo el proceso que había tenido su comienzo el 25 de Mayo de 1810, debiendo transcurrir seis años para que la independencia cobrara realidad, allá por 1816.
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Mes a Mes, una visión tanto política como cultural

~ Nuestra Agenda ~

~ Nuestra Agenda ~
Actividades tanto Políticas como Culturales, organizadas y/o propuestas por Jóvenes por la Iguadad Córdoba.

El Video Político Argentino: "Nuestra Constitución Nacional"

Preambulo de la Constitución Argentina: con voz de Jorge Lanata, del programa televisivo "Día D" (Canal América), 2001.

¿Cuando demandamos como sociedad, que la clase politica la respete?..Deberiamos aprender que ningun hombre tiene que estar por encima de ella, esa es la base de la igualdad de todos ante la ley...Pensar que deciamos en el 2001, "que se vayan todos", y aparecio más de lo mismo, Néstor Kirchner (se sabia en Santa Cruz ya quien era, como se manejaba), y luego su mujer, Cristina Fernandez de Kirchner, y con ellos, volvieron muchos más, la impunidad, la corrupción...¿Cuando aprenderemos a elegir a "nuestros representantes"?, ¿Cuando aprenderemos a votar algo distinto?...Hagamonos cargo de nuestro errores y de nosotros depende defenderla hoy, hacerla cumplir.

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