// Bienvenidos al Multiespacio << Jóvenes por la Igualdad >> de Jxi Córdoba, en el CC-Ari // Sean bienvenidos a la "Cultura en Acción"...//

Una visión del pasado, del presente y del futuro recopilada entre los periodistas, cientificos, e intelectuales argentinos : La brújula política está dedicada al estudio y a la reflexión crítica sobre la realidad.

26/8/10

Desconociendo la Constitución Nacional...

Temas de la Justicia
La Presidenta se olvidó de la Constitución Nacional
Adrián Ventura


Los dos anuncios que hizo la presidenta Cristina Kirchner -una ley que declare de interés público la producción de papel de diario y la denuncia contra los directores de Papel Prensa por violación de los derechos humanos- responden a su necesidad de construir un nuevo relato oficial de la historia, pero violan la Constitución y desconocen todo lo investigado, durante años de democracia, en varias causas judiciales.

Los anuncios no fueron hechos con ingenuidad: el Gobierno pretende minar la credibilidad de los medios críticos y convencer a la ciudadanía de que sólo ahora -gracias al kirchnerismo- comenzamos a vivir la más madura y verdadera democracia.

Sin embargo, la lectura que hacen amplios sectores de la oposición, de la Justicia e, incluso, algunos conspicuos operadores del kirchnerismo en el Poder Judicial no es ésa: "Las evidentes flaquezas del relato oficial dejan al descubierto la intención de profundizar la confrontación, aun a costa de cansar al electorado", coinciden.

¿Le queda margen al Gobierno para seguir presionando a la Justicia para que avale una cuestionable ley de medios o acorrale a empresas de servicios? Las arbitrariedades que mostró el Gobierno con su decisión de cancelar la licencia a Fibertel y con las falsas acusaciones contra Papel Prensa ponen en duda la transparencia de las decisiones oficiales.

El Gobierno decidió enviar un proyecto de ley para declarar de interés público la producción de papel de diario: busca justificar un mayor intervencionismo. Sin embargo, ese proyecto viola dos artículos de la Constitución.

En efecto, por motivos históricos muchos países -entre ellos, Estados Unidos y la Argentina- establecieron en sus constituciones importantes garantías para permitir la más amplia libertad de expresión y de prensa, no porque se haya querido privilegiar a algunos sectores, sino para que los ciudadanos y los medios pudieran controlar al poder.

Por eso, el artículo 32 de la Constitución nacional, equiparable a la Primera Enmienda norteamericana, estableció que el Congreso no puede dictar leyes que restrinjan la libertad de imprenta. Y el artículo 13.3 de la Convención Interamericana de Derechos Humanos prohíbe que se adopten medidas que restrinjan la producción de papel: ese tratado lo califica como una restricción indirecta, equiparable a la censura.

Por otra parte, las nuevas acusaciones sobre violaciones de los derechos humanos también chocarán con otro obstáculo: cualquier juez que reciba una denuncia debería buscar y tener a la vista todos los expedientes que, con anterioridad, se hayan tramitado sobre el tema. Y la verdad que surge de esos expedientes no es la que cuenta el Gobierno.

En plena democracia, Isidoro Graiver y Lidia Papaleo, en varios escritos presentados ante la Justicia -ratificando y ampliando escritos anteriores- afirmaron que habían sido amenazados por Montoneros -para que les devolvieran 17 millones de dólares- y que vendieron las empresas para pagar deudas. Un fallo de la Cámara Federal, en 1986, lo corroboró.

"Hoy más que nunca, el país requiere tener jueces independientes que se animen a decir la verdad y desenmascarar al poder", dice Alejandro Fargossi, abogado especialista en telecomunicaciones y candidato para integrar el Consejo de la Magistratura, el organismo que utiliza el Gobierno para doblegar a los magistrados independientes.

Fuente: La Presidenta se olvidó de la Constitución nacional, por Adrián Ventura - La Nación - 26/08/10
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Papel Prensa: entre errores y muchos interrogantes...

El escenario
Extravíos presidenciales
Carlos Pagni


Las iniciativas y declaraciones del Gobierno en relación con Papel Prensa obligan a pensar si los Kirchner no habrán sido infiltrados por alguien de la oposición. Es una hipótesis enloquecida. Sin embargo, los errores que vienen cometiendo son tan numerosos que, por un instante, a algún distraído podría resultarle atendible. Sobre todo si ese distraído tiene alguna propensión a las teorías conspirativas, como les ocurre a la Presidenta y a su esposo.

El extravío principal de la nueva batalla es que revela la ausencia de un plan político. Muchos observadores suponían, y muchos oficialistas festejaban, que Kirchner hubiera decidido reubicarse en la escena suavizando su perfil, apaciguando sus relaciones, seduciendo al público más moderado, buscando el centro. Ahora se sabe que fue una ilusión óptica. O ese plan no existió o no pudo ser administrado. Frente al problema de su declinación política, Kirchner vuelve a mostrarse como un líder monorrecurso, alguien que sólo sabe dar trompadas, cualquiera sea el contexto, le convenga o no. Como si quisiera confirmarlo, antes de aplaudir a su esposa le entregó a Hugo Moyano el PJ bonaerense. Cualquier conjetura sobre su capacidad de regeneración debe ser revaluada.

Hay otros errores específicos, muy graves. El más llamativo es que, por primera vez de manera inocultable, los Kirchner instalaron una enorme duda sobre la autenticidad de su compromiso con la bandera de los derechos humanos. La Presidenta se sirvió de todos los recursos del Estado para hacer caer sobre Bartolomé Mitre y Héctor Magnetto la denuncia de un delito de lesa humanidad cometido en contra de los Graiver. Pero horas antes de que formulara esa gravísima acusación, los Graiver la desmintieron. María Sol e Isidoro Graiver ratificaron lo que había adelantado Gustavo Caraballo: que la venta de Papel Prensa no estuvo determinada por la atroz persecución de los militares contra esa familia. ¿A nadie se le ocurrió hablar con los Graiver antes de lanzar la denuncia? ¿Alguien le habrá dado una justificación a la señora de Kirchner por semejante equivocación? ¿Se la dará ella a alguien?

Interrogantes
Las aclaraciones de los Graiver refuerzan otros interrogantes. ¿Por qué razón Rafael Ianover, testaferro de David Graiver, declaró ante la Secretaría de Derechos Humanos que las acciones de Papel Prensa habían sido arrebatadas bajo apremios inhumanos, pero modificó esos dichos en la Justicia? ¿Qué veracidad tienen las manifestaciones de Lidia Papaleo, la viuda de Graiver? ¿Es cierto que, antes de publicitar sus acusaciones, Carlos Kunkel la llevó a una reunión con los Kirchner en Olivos? ¿Hubo dos abogados penalistas, uno de ellos cercano a los Papaleo, que se le acercaron, en nombre de un empresario kirchnerista, para comprarle la empresa si la llegara a recuperar? No son preguntas aleatorias. La propia Lidia Papaleo comentó esos hechos como reales a un directivo de la compañía, el 26 de mayo pasado, en el Hotel Alvear. Nadie se decidió a creerle.

Tal vez sean detalles. Lo relevante es que, desde la jefatura del Estado, se convirtió la causa por los derechos humanos, que por definición es universal, en el ariete de una controversia ocasional. En adelante el Gobierno deberá demostrar que no está tergiversando la tragedia de los años 70 para sacar ventajas facciosas. Es una obligación incomodísima para un grupo político que se reivindica como progresista.

Comparados con este problema, los furcios, inexactitudes e incongruencias del discurso de la Presidenta parecen casi humoradas. Por ejemplo, sus referencias a Ianover, presente en el salón, como "el testaferro" de Graiver, a secas. El tono fue tan natural que lleva a pensar si en la casa de los Kirchner esa palabra no sonará más familiar que entre el común de la gente. El "prestigioso catedrático" Alberto González Arzac contribuyó con esta impresión al sostener la insólita teoría de que, cuando el testaferro es manifiesto, los bienes que figuran a su nombre deben ir a la sucesión del verdadero dueño. También la acusación contra los socios privados de Papel Prensa por la apropiación indebida de unas acciones que, en realidad, están en poder de Télam indica que la Presidenta leyó los expedientes a los apurones.

Esas acciones le sirven en estos días a Guillermo Moreno para intervenir en las asambleas societarias. El mismo protagonismo de Moreno y Beatriz Paglieri -la "Pagliari" de la Presidenta- se podría haber evitado. Salvo que se les quiera asignar a las imputaciones del Gobierno el nivel de credibilidad de que gozan las cifras del Indec.

También por culpa de esta embestida los Kirchner retrocedieron en el mapa del poder. Que la UIA haya publicado el rechazo a una invitación de la Presidencia de la Nación es un hecho al que resulta difícil encontrar un antecedente histórico. Tal vez ese desaire se habría evitado, o habría tenido una excusa menos, si los Moyano hubieran levantado el asedio contra Siderar. Pero esperaron a que la UIA decidiera no concurrir a la cita para, entonces sí, deponer su actitud.

Los vacíos de la Galería de los Héroes del Bicentenario hubo que cubrirlos con empleados del Congreso. La ausencia del empresariado fue casi completa: no estaban los de AEA ni los del campo, pero tampoco Cristóbal López, Enrique Eskenazi, Ernesto Gutiérrez, Rudi Ulloa, Lázaro Báez o Gerardo Luis Ferreira. ¿O a ellos no se los invita?

Hubo otras ausencias significativas. Entre ellas, la de la embajadora de los Estados Unidos, Vilma Martínez. Su inasistencia alimentó la versión de que Arturo Valenzuela le transmitió a Héctor Timerman alguna preocupación del gobierno de Barack Obama por la embestida contra Papel Prensa. Timerman se vio con Valenzuela durante el viaje relámpago que realizó a Washington el fin de semana pasado.

El oficialismo esta desconcertado. Los que militaron en la guerrilla de los años 70 deben tolerar que, de mencionar los ideales que alimentaron aquella infeliz experiencia, se pase ahora a hablar de sus secuestros, testaferros y extorsiones. ¿Habrá sido por este involuntario revisionismo que a la Presidenta le resultó tan dificultoso pronunciar en su discurso la palabra "montoneros"? Cuando esperaban ser convocados para una saga tal vez inconveniente, pero emocionante, los kirchneristas quedaron abrazados a una bandera exótica. Desde el salón de los héroes se los llamó a morir por la causa del autoabastecimiento del papel de diarios. Es un objetivo extraño. Ni siquiera los diarios derraman una lágrima por él.

Fuente: Extravíos presidenciales, por Carlos Pagni - La Nación - 26/08/10
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14/8/10

Historia Argentina: el último año de vida de Perón

REGRESO. Perón llega a la Argentina, en 1973


"Yo era uno de los nuestros"
En El escarmiento, Juan B. Yofre ilumina con información rigurosa un escenario casi secreto de la historia argentina:
el último año de vida de Perón.

- Contexto -
Luego de libros como "Nadie fue", "Fuimos todos" y "Volver a matar", donde Yofre recorre los hechos de la violencia política de los años 70, aquí se enfoca en los últimos doce meses de vida de Juan Domingo Perón.



"Ellos creían que yo era uno de ellos, pero yo no era uno de ellos, yo era uno de los nuestros". La frase es de Juan Perón en 1973: "ellos" vienen a ser las organizaciones armadas, más concretamente Montoneros; "nuestros" refiere a la ortodoxia peronista, los que no eran "yankis ni marxistas". Del otro lado, un reconocimiento: "Nosotros tenemos que autocriticarnos porque hemos hecho nuestro propio Perón más allá de lo que es realmente. Nos damos cuenta que Perón es Perón y no lo que nosotros queremos", dirá Mario Eduardo Firmenich, el jefe montonero, ese mismo año.

Podría afirmarse que ambas declaraciones encierran una tácita admisión, y hasta que se corresponden mutuamente. Sin embargo, en este dilema de identidad se esconde una de las claves de la hecatombe que se venía. Perón había proclamado "una revolución en paz", pero ya en el poder y en el marco de la ley no pudo desmontar la violencia terrorista desatada, un empeño en el que, prácticamente, se le fue la vida.

Después, el país se hundió en la tragedia. El escarmiento. La ofensiva de Perón contra Cámpora y los montoneros, 1973-1974, es, en palabras de su autor, Juan Bautista Yofre, la historia del castigo a aquellos que lo desafiaron "incluso con las armas" y a los que "hasta su último día intentó encarrilar dentro de la sociedad con la ley en la mano".

En línea con sus anteriores libros Fuimos todos, Nadie fue, Volver a matar, Yofre atrapa aquí la carga de significado de la casi bíblica frase de Juan Domingo Perón ("cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento") para iluminar con información rigurosa un escenario escamoteado, casi secreto de la historia argentina reciente: el último año de vida de Perón.

Acaso, más que por una postura ideológica determinada, la investigación de Yofre se diferencia de otras conocidas porque hace de la información un arma inexorable. Con archivos calificados, testimonios directos de políticos, militares y diplomáticos, y un estilo despojado y preciso, el autor atraviesa el período que va desde la llegada final de Perón el 20 de junio de 1973 hasta su muerte el 1 de julio de 1974, un tiempo de fractura social no sólo en nuestro país, sino en toda la región (golpe de Pinochet, Bordaberry en Uruguay, tensiones con Brasil).

Periodista, escritor, embajador y ex jefe de la SIDE, Yofre ha alumbrado ­sin duda­ un texto para la polémica. Pero no porque su contenido resulte contradictorio, ambiguo o paradojal, sino porque ha puesto la lupa en un Perón que muchos argentinos no han querido ver o aun hoy prefieren ignorar. Un Perón de los deseos imaginarios. "Un Perón inventado", escribe Yofre. "Un Perón que no nos gusta", dirá Firmenich.

El Perón que enfoca Yofre es el Perón del "dentro de la ley, todo", el del diálogo político y el abrazo con Balbín, el que construye el Frejuli y convoca a los comunistas, el que polemiza pacientemente con la guerrilla, pero también el que advierte "no sacar los pies del plato" y pide que "el reducido número de psicópatas sea exterminado uno a uno para bien de la República".

Para el autor, Montoneros, PRT-ERP y demás organizaciones, no entendieron que Perón había regresado, que sería presidente y que la lucha armada había terminado. O bien tenían otros propósitos. Queda claro que Perón, antes que todo, era un hombre del Ejército, o mejor, un avezado oficial de inteligencia: uno de sus orgullos fue recuperar las insignias de general. Así, tras la anulación de la Cámara Federal en lo Penal por Cámpora, se creó el Consejo Nacional de Seguridad, que puso a las Fuerzas Armadas al frente de la lucha antisubversiva, un riesgo que Perón conocía pero que decidió asumir tras el asesinato de Rucci (líder de la CGT, el 23 de septiembre de 1973). Hasta entonces pensó que alcanzaba con la policía.

Con información exhaustiva, Yofre da cuenta de una larga serie de atentados, secuestros y asesinatos, listas de ejecuciones, tiroteos y capturas que enfrentaron a grupos de derecha e izquierda, civiles y militares. También documenta que Perón creía que habían querido matarlo en Ezeiza en el marco de un complot (que Balbín confirma) y recrea las instrucciones que dio a Gustavo Caraballo para instrumentar la transferencia del poder a Balbín, y no a Isabel, tras su muerte, a lo que se opuso López Rega.

Están también los diálogos con los médicos que lo asistieron y la manipulación de José López Rega para ocultar su deceso. Su último acto de gobierno fue echar a Cámpora de la embajada en México, sin agradecerle los servicios prestados.

Yofre descubre a un Perón muy cambiado por su largo exilio, con mucha autocrítica y amplitud política, al punto de ofrecer la Casa Rosada a la oposición para sus encuentros, o arrepentirse públicamente de haber saqueado las cajas de jubilaciones en 1946 y 1955, actitudes precisamente inimaginables en el gobierno de estos días.

El trabajo de Yofre constituye un homenaje a Perón, su esfuerzo pacificador y su compromiso, y también a Ricardo Balbín, prudente consultor capaz de cerrar viejos enfrentamientos y abrir una era de convivencia, en una época lacerada por la intolerancia y el horror.

Fragmento...
(...) El ataque del PRT-ERP a la Guarnición Militar de Azul tuvo la triste virtud de poner sobre el tapete una larga lista de incongruencias. Sacó a la superficie la contradicción de una guerrilla que luchaba por la "liberación popular" mientras el presidente era nada menos que Juan Domingo Perón. Se derrumbaba a los ojos de todo el mundo aquel andamiaje intelectual-ideológico de la "violencia de abajo" como respuesta a la "violencia de arriba". (...)

(El escarmiento, Juan Bautista Yofre, página 249)


Ficha del libro:
El escarmiento - Juan Bautista Yofre - Sudamericana - 463 páginas - $75

8/8/10

Agosto 2010: La Presidenta se equivoca, por Serfio Berensztein


La Presidenta se equivoca
Serfio Berensztein

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No hay ninguna duda de que Eva Duarte de Perón fue una protagonista central de la historia contemporánea de la Argentina y que su figura y su legado tuvieron un fuerte impacto en el país y en el mundo. Sea cual fuese la opinión que puedan generar sus ideas, su militancia y su imagen, resulta incuestionable que Evita tuvo peculiares dotes de liderazgo y un profundo compromiso por la causa de los más pobres. Ahora bien, más allá de haber sido una de las impulsoras del concepto de justicia social, lo cierto es que no fue su creadora, contrariamente a lo sostenido por Cristina Fernández de Kirchner durante el acto de homenaje realizado el lunes pasado en la Casa Rosada.

En efecto, un rápido repaso histórico demuestra que la Europa del Siglo XIX acunó el desarrollo de dos importantes tradiciones intelectuales basadas en el concepto de justicia social: la doctrina social impulsada por la Iglesia Católica y el pensamiento socialdemócrata. De hecho, el término "justicia social" fue utilizado por primera vez en 1840 por el cura siciliano Luigi Taparelli d´Azeglio y luego fue el concepto central de La Constitutione Civile Secondo la Giustizia Sociale, un folleto de Antonio Rosmini-Serbati publicado en 1848. Más tarde, el Papa Pío XII (1931), en la Encíclica Quadragesimo Anno, definió a la justicia social como un límite al cual debía sujetarse la distribución de la riqueza en una sociedad, con vistas a reducir la diferencia entre los ricos y los más necesitados.

Los aportes al concepto de justicia social por parte de la tradición socialdemócrata fueron también muy trascendentes. Así, casi un siglo antes que Evita, John Stuart Mill sostenía en su libro El utilitarismo (1863) que "la sociedad debería tratar igualmente bien a los que se lo merecen, es decir, a los que se merecen absolutamente ser tratados igualmente. Este es el más elevado estándar abstracto de justicia social y distributiva; hacia el que todas las instituciones, y los esfuerzos de todos los ciudadanos virtuosos, deberían ser llevadas a convergir en el mayor grado posible´´. Esta definición fue rescatada más tarde por los socialistas fabianos ingleses (1889), para quienes la justicia social era el objetivo ético central para guiar la evolución de la sociedad hacia un sistema de democracia con un umbral alto de igualdad en términos distributivos y de oportunidades. A su vez, la influencia de la Sociedad Fabiana en la conformación del Partido Laborista y, paralelamente, en el pensamiento socialdemócrata alemán y francés, terminó de otorgarle al concepto de justicia social un status casi canónico en el pensamiento social contemporáneo. Por eso, no debe sorprender que en la Constitución de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 1919 se estableciera que "la paz universal y permanente sólo puede basarse en la justicia social".

Evita tampoco fue la primera en impulsar el concepto de justicia social en la Argentina. Como ocurrió con las propuestas más modernas e innovadoras en materia de la legislación laboral, derechos civiles, cooperativismo e igualdad de género, quienes introdujeron ese debate en nuestro país fueron los líderes del Partido Socialista argentino, particularmente Alfredo Palacios, el primer legislador (1904) de esa ideología en toda América latina. Alejandro Korn y José Ingenieros, dos de sus colegas en el movimiento reformista de 1917 en la Universidad Nacional de La Plata -en la que se graduó la Presidenta- también contribuyeron a la tradición de la filosofía social moderna con agudas reflexiones en torno al concepto de justicia social.

Fue Juan Domingo Perón quien implementó, a partir de la Revolución de 1943 y sobre todo como presidente desde 1946, un conjunto de reformas laborales y sociales, previamente impulsadas, aunque sin éxito, por otros partidos y dirigentes políticos argentinos, particularmente de origen socialista. El papel de su segunda esposa como pilar central en la conformación del movimiento justicialista es incuestionable, tanto en el plano organizativo como sobre todo en el simbólico.

Sin embargo, personajes de una trascendencia histórica tan significativa como la de Eva Duarte de Perón no necesitan que se le adjudiquen contribuciones al pensamiento filosófico o al mundo de las ideas que efectivamente no tuvieron. Sus objetivos, sus logros y sus legados fueron lo suficientemente sustanciales como para sumarle méritos que, lejos de mejorar su imagen, la distorsionan.

El autor es profesor de la UTDT y director de Poliarquía

Fuente: La Presidenta se equivoca, por Serfio Berensztein - La Nación - 04/08/10
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Relacionada:

Los conservadores progresistas, por Claudio Chaves - Analitica.com - 07/08/10
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6/8/10


La izquierda en el escenario político argentino
Entre progresistas e impresentables
Beatriz Sarlo


Ningún candidato del peronismo federal está ni remotamente interesado en el progresismo, la centroizquierda o la izquierda. Reutemann es sólidamente de derecha. Duhalde es un productivista, un desarrollista de esta época, a quien no le interesan en lo más mínimo las batallas culturales. Macri, más joven, es de derecha por instinto; en su visión del mundo no hay derecha ni izquierda y desconfía de las ideas que, para él, son "ideologías". Los radicales tienen de cada pueblo un paisano: Raúl Alfonsín deseó inscribirse en un horizonte socialdemócrata y experimentar formas ampliadas de la democracia representativa (hay que volver a leer el discurso de Parque Norte). De la Rúa era un hombre de espíritu conservador, como Julio Cobos, que, irónico destino de un conservador, estuvo a punto de fracturar el viejo partido pasándose al kirchnerismo, con el que tenía muy pocas afinidades de estilo, excepto las que derivaban de su ambición. Hoy Ricardo Alfonsín quiere recoger la herencia ideológica progresista que su padre debió abandonar entre crisis económicas e insurrecciones militares. Menem fue un reaccionario, tanto como fue el audaz incondicional que el liberalismo económico tuvo a su servicio en la década del noventa.

O sea que los hombres que han tenido poder o que aspiran a alcanzarlo no parecen haber sido tocados por la fantasía progresista, excepto en el caso temprano de Raúl Alfonsín. Y, por supuesto, del Frente Grande y el Frepaso, cuyos dos dirigentes más conocidos fueron Carlos Alvarez y Graciela Fernández Meijide, después del alejamiento de Fernando Solanas y la muerte de Carlos Auyero. De los políticos actuales que forman en la primera línea, Elisa Carrió representó durante años un republicanismo democrático de tono progresista, pero se concentró luego en un diagnóstico que coloca la salvación de las instituciones antes que los debates del progresismo. En Santa Fe, el intendente de Rosario y el gobernador de la provincia son miembros de un Partido Socialista que se enorgullece por sus resultados de gestión, pero que no se propuso abrir un debate nacional sobre la izquierda y el progresismo. O sea que, si hablamos de izquierda, en tal lugar del espectro se identifican los pequeños partidos de origen trotskista y las organizaciones sociales no peronistas, sectores de la CTA y Proyecto Sur. Salvo ellos, casi ningún político dice hoy: "Soy un hombre de izquierda".

Los historiadores han afirmado muchas veces que Perón refundó de tal modo las identidades políticas que la división clásica entre derecha e izquierda perdió su sentido europeo o el que tiene en Chile y Uruguay. Otros agregan que, mucho antes, la Unión Cívica Radical había provocado esa dilución. El peronismo, muy notablemente, reclutó intelectuales que venían de la izquierda tradicional, del trotskismo y de la derecha nacionalista; los sometió a un batido ideológico manifiesto en los debates de los años sesenta y setenta del siglo XX. Entre las cosas que Kirchner trajo como novedad, figura la de haber reanimado la conciencia de que algo políticamente valioso se juega en la definición de progresista.

Mientras tanto, hubo cambios en las teorías sobre la política. El decisionismo, es decir, la capacidad de definir un conflicto en términos de amigo y enemigo y de zanjarlo, de colocarse fuera de la ley para establecer la ley, salió del reducto filosófico de los interesados en Carl Schmitt para convertirse en un instrumento de interpretación de lo político de la manera más extensiva (y abusiva). A Kirchner se le atribuyó esa capacidad decisionista de creación vertical, de arriba hacia abajo, de lo político. Carl Schmitt fue leído en Europa y en la Argentina no como un pensador de la derecha, sino como brecha para renovar el pensamiento de la izquierda atascada en el parlamentarismo y el reformismo. Circula el rumor de que Chantal Mouffe, que ha desarrollado perspectivas tomadas de Schmitt, es texto de cabecera de la Presidenta. Debe de ser muy de cabecera, porque a la Presidenta no se le nota en su discurso, aunque sí en la ininterrumpida práctica de su marido.

Por otra parte, el grupo de intelectuales de Carta Abierta expuso, a partir del conflicto con el campo, tres argumentos que le dan atractivo a la idea progresista. El primero es el latinoamericanismo. Todas sus intervenciones (hasta ahora son siete Cartas) mencionan a América latina como el espacio donde se inscribe la gesta política del kirchnerismo; y dentro de América latina, en primer lugar los países con gobiernos antiimperialistas espectaculares, pero también gobiernos progresistas como el que tuvo Chile y tiene Brasil. No es poca cosa subrayar que se pertenece a un continente en marcha, sobre todo si se lo define como escena histórica y no sólo como mercado. Recupera viejos discursos desactivados: los de la Reforma Universitaria, los del espiritualismo antinorteamericano, los de socialistas como Manuel Ugarte y Alfredo Palacios, los del antiimperialismo revolucionario. Activa temas como la identidad cultural asentada en una geografía histórica, de los que se creía, en los años noventa, que ya estaban definitivamente enterrados.

El segundo argumento consiste en reemplazar la forma en que se denomina a los sujetos para quienes, y en representación de quienes, se hace política. Sabemos (porque lo repiten los politólogos) que esas representaciones están completamente carcomidas. Sin embargo, hay que llamar a los votantes de algún modo. La derecha y el centro los llaman "la gente". Los intelectuales de Carta Abierta los llaman "el pueblo". No están diciendo lo mismo, porque cuando se habla de Pueblo todavía se quiere decir que ese Sujeto se enfrenta con otro (la oligarquía, los ricos, los destituyentes) y no simplemente con delincuentes que atentan contra su seguridad o narcos que les venden droga a sus chicos. El Pueblo es una categoría política; "la gente" es una categoría electoral, un agregado de individuos encuestables. Al Pueblo se puede pertenecer por afiliación, por simpatía ideológica, por solidaridad. A "la gente" se pertenece por default: se está allí.

El tercer argumento, en realidad, es una argucia. Consiste en pasar por alto lo que se le critica al Gobierno, sin examinar las razones de esas críticas, salvo cuando se las atribuye a intereses económicos encubiertos. Para Carta Abierta, todo lo que hace falta es que el Gobierno explique con mejores razones y, en algunos casos, "profundice" sus medidas. ¿Explicar mejor a De Vido, motor eficiente de la "caja" presidencial, por ejemplo? ¿Profundizar la intervención de Moreno en todas partes? ¿Enfatizar el uso de los dineros del presupuesto nacional y de los medios de comunicación estatales como si fueran de un partido o de un grupo? ¿Dejar, por incuria y desdén, que el Riachuelo siga pudriéndose? ¿Mandarles más plata al Chaco y menos a Santa Fe? ¿Explicar mejor una política vengativa con los gobernadores que no se subordinan? ¿Explicar con altas razones por qué los intendentes del Gran Buenos Aires dejaron de ser despreciables y son ahora pilares del Frente para al Victoria?

Si estas preguntas se ponen entre paréntesis, los actos de Kirchner quedan inscriptos en el progresismo, sin que sea necesario analizarlos en detalle ni considerar intervenciones difíciles de alentar como progresistas. Es una victoria discursiva.

De todos modos, el debate sobre quién es progresista y quién no interesa sólo a un sector de las clases medias, urbanas, escolarizadas, con tiempo de ocio y sin las urgencias de la pobreza. No es una caracterización despectiva. De esas capas medias han salido políticos, académicos, científicos, artistas, todo lo que hace a la densidad de la cultura argentina. Fracciones de esas capas medias son progresistas y, sobre todo, modernas. Además, les está yendo bien en términos económicos, son subsidiadas en sus consumos de energía y combustible, han firmado buenos convenios colectivos. A esa relativa bonanza (impensable en 2001) se une entonces la voluntad de identificarse con algo que no repita la banalidad o la inseguridad de thriller que trae el noticiero de la media noche.

No deciden una elección. Pero se hacen escuchar en todas las nuevas formas del ágora; son hábiles en la política digital. Y, como le gusta recordar a un amigo mío, prefieren pasar por alto que los menemistas Scioli y Pichetto son hoy mariscales de Néstor. De todas formas, dicen por lo bajo, en el peronismo hubo siempre gente impresentable y lo importante es si sabe hacer bien su trabajo, sea el que sea.

*La autora es ensayista, crítica literaria y docente universitaria

Fuente: Entre progresistas e impresentables, por Beatriz Sarlo - La Nación - 29/07/10
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Mes a Mes, una visión tanto política como cultural

~ Nuestra Agenda ~

~ Nuestra Agenda ~
Actividades tanto Políticas como Culturales, organizadas y/o propuestas por Jóvenes por la Iguadad Córdoba.

El Video Político Argentino: "Nuestra Constitución Nacional"

Preambulo de la Constitución Argentina: con voz de Jorge Lanata, del programa televisivo "Día D" (Canal América), 2001.

¿Cuando demandamos como sociedad, que la clase politica la respete?..Deberiamos aprender que ningun hombre tiene que estar por encima de ella, esa es la base de la igualdad de todos ante la ley...Pensar que deciamos en el 2001, "que se vayan todos", y aparecio más de lo mismo, Néstor Kirchner (se sabia en Santa Cruz ya quien era, como se manejaba), y luego su mujer, Cristina Fernandez de Kirchner, y con ellos, volvieron muchos más, la impunidad, la corrupción...¿Cuando aprenderemos a elegir a "nuestros representantes"?, ¿Cuando aprenderemos a votar algo distinto?...Hagamonos cargo de nuestro errores y de nosotros depende defenderla hoy, hacerla cumplir.

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