// Bienvenidos al Multiespacio << Jóvenes por la Igualdad >> de Jxi Córdoba, en el CC-Ari // Sean bienvenidos a la "Cultura en Acción"...//

Una visión del pasado, del presente y del futuro recopilada entre los periodistas, cientificos, e intelectuales argentinos : La brújula política está dedicada al estudio y a la reflexión crítica sobre la realidad.

26/5/10

Retazos de la Revolución de Mayo: Bernardo de Monteagudo

Para ser Patriota es preciso ser Ciudadano...

… Para amar a la Patria basta ser hombre, para ser patriota es preciso ser ciudadano, quiero decir, tener las virtudes de tal. De ahí resulta que acaso no tenemos idea de esta virtud, sino por la definición que dan de ella los filósofos; a todos oigo decir que son patriotas, pero sucede con esto lo que con los avaros, que en apariencia son los más desinteresados, y a juzgar de su corazón por los sentimientos que despliegan sus labios, se creería que el desinterés es su virtud favorita. La esperanza de obtener una magistratura o un empleo militar, el deseo de conservarlo, el temor de la execración pública y acaso un designio insidioso de usurpar la confianza de los hombres sinceros; éstos son los principios que forman los patriotas de nuestra época. No lo extraño; el que jamás ha sido feliz sino por medio del crimen, del disimulo y de la insidia, se persuade de que hay una especie de convención entre los hombres para ser sólo virtuosos en apariencia; sin advertir que esta moral varía según los tiempos, y que sólo es propia de esos desgraciados pueblos, donde el ruido fúnebre de las cadenas que arrastran, los hace meditar cada día nuevos medios de envilecerse, para ser menos sensibles a la ingnominia.

El que no tenga un verdadero espíritu de filantropía o interés por la causa santa de la humanidad, el que mire su conveniencia personal como la primera ley de sus deberes, el que no sea constante en el trabajo, el que no tenga esa virtuosa ambición de la gloria, dulce recompensa de las almas grandes, no puede ser patriota, y si usurpa este renombre es un sacrílego profanador. Yo compadezco a los americanos, y me irrito contar esos astrabiliarios pedagogos que venían del antiguo hemisferio a inspirarnos todos los vicios eversivos de estas grandes virtudes: ellos merecen nuestra execración, aún cuando no sea más que por la barbarie e inmoralidad que nos han dejado en patrimonio.

Sólo la fuerza ha podido vencer el hábito casi convertido en naturaleza, y descubrir por todas partes espíritus dispuestos a hacer frente al error y a la preocupación. Sigamos su ejemplo y hagamos ver que somos capaces de tener patriotismo, es decir, que somos capaces de ser libres, y de renovar el sacrificio de Catón después de la batalla de Farsalia, antes que ver tremolar nuevamente el pabellón de los tiranos, y quedar reducidos a la ignominiosa necesidad de postrar delante de ellos la rodilla, y saludarlos con voz trémula para subir luego al suplicio, como lo hacían los romanos en la época de su degradación.

Mas no perdamos de vista, que nuestra alma jamás tomará este temple de vigor y energía, mientras nuestro corazón no se interese en la suerte de la humanidad y entremos a calcular los millares de hombres existentes y venideros, a quienes vamos a remachar las cadenas con nuestras propias manos si somos cobardes, o sellar con las mimas el decreto de su libertad e independencia, si somos constantes. Yo veo envueltos en el caos de la nada a los descendientes de la actual generación, y mi alma se conmueve y electriza cuando considero que puedo tener alguna pequeña parte en su destino: pero después me digo a mí mismo, ¿es posible que las sectas del fanatismo, y los sistemas de delirio tengan tantos mártires apóstoles y prosélitos; al paso que la causa de los hombres apenas encuentra algunos genios distinguidos que la sostengan y defiendan?. Yo me veo obligado a inferir de aquí que son pocos los patriotas, porque son pocos los que aman la causa de sus semejantes: y si algunos la aman, su conveniencia personal, y poca constancia en el trabajo, los convierte en refinados egoístas.

Muy fácil sería conducir al cadalso a todos los tiranos, si bastara para esto el que se reuniese una porción de hombres, y dijesen todos en una asamblea, somos patriotas y estamos dispuestos a morir para que la patria viva: pero si en medio de este entusiasmo el uno huyese del hambre, el otro no se acomodase a las privaciones, aquél pensase en enriquecer sus áreas, en dilatar sus posesiones, en atraerse por un lujo orgulloso las miradas estultas de la multitud, y éste temiese sacrificar su existencia, su comodidad, su sosiego prefiriendo la calma y el letargo de la esclavitud a la saludable agitación y dulces sacrificios que aseguran la LIBERTAD, quedarían reducidos todos los aquellos primeros clamores a una algarabía de voces insignificantes propias de un enfermo frenético que busca en sus estériles deseos el remedio de sus males. Pero quizá me dirá el pusilánime egoísta, que su espíritu se resiente de una empresa tan ardua, y que la incertidumbre del éxito hace fluctuar su resolución: y yo pregunto, ¿en qué está la incertidumbre? Las circunstancias son favorables, los enemigos interiores que tenemos no pueden hacer progresos sin destruirse, y los mismos cuidados que nos causan hacen un contraste a las rivalidades recíprocas que nunca faltan: las potencias europeas se hallan como encadenadas por sus mismos intereses, y ninguna nación emprende conquistas en los momentos que teme debilitarse: hará tentativas cautelosas, y aún las ocultará porque su descubrimiento podría influir en los celos, y apoyar los cálculos de sus vecinas: nuestros recursos por otra parte no son mezquinos: tenemos brazos robustos, frutos de primera necesidad, y para abundar en numerario bastará que el gobierno considere lo imperioso de las circunstancias, y el arbitrio inevitable que han tomado las naciones en igual caso. ¿A qué ese monopolio de caudales en tres o cuatro individuos; quizá enemigos del sistema? A ninguno se le quita lo que es suyo, ¿pero por qué no suplirá el estado sus urgencias con los caudales de un poderoso, que en nada contribuye; especialmente cuando la constitución protege sus mismos intereses, y puede asegurar el reintegro de un suplemento? Desengañémonos, la incertidumbre del éxito no pende de una causa necesaria y extraña, sino de nosotros mismos: seamos patriotas, esto es, amemos la humanidad, sostengamos los trabajos, prescindamos de nuestro interés personal y será cierto el éxito de nuestra empresa.

Bien sé que hay muchas almas generosas, que desembarazadas de todo sentimiento servil, no tienen otro impulso que el amor a la gloria: éstas no necesitan sino de sí mismas para hacer cosas grandes: ellas imitarán al intrépido romano que inmoló sus propios hijos para salvar la patria, y emularán la virtud de los 300 espartanos, que se sacrificaron en el paso de las Termópilas por obedecer a sus santas leyes. La mano del verdugo, el brazo de un déspota, el furor de un pueblo preocupado, nada intimida a los que aman la gloria. Seguros de que vivirán eternamente en el corazón de los buenos ciudadanos, ellos desprecian la muerte y los peligros con tal que la humanidad reporte alguna ventaja de sus esfuerzos. Esta clase de hombres es la que expulsó de Roma a los Tarquinos, la que dio la LIBERTAD a la Beocia, a Tesalia y a toda la costa del mar Egeo, la que hizo independiente a la América del Norte en nuestros mismos días, y la que formará en la del Sur un pueblo de hermanos y de héroes. No hay dificultad, ya veo la aurora de este feliz día. ¡Oh, momento suspirado! Las almas sensibles te desean, y se preparan a sufrir toda privación, todo contraste por tener la gloria de redimir la humanidad oprimida: los patriotas de corazón han jurado no acordarse de sí mismos, no volver al seno del descanso hasta afianzar en las manos de la patria el cetro de oro, y ver espirar al último tirano, a manos del último de los esclavos, para que no queden en nuestro hemisferio sino hombres libres y justos.

Bernardo de Monteagudo

3 de enero de 1811.
.
Fuente: Bis
.

Retazos de la Revolución de Mayo: Mariano Moreno

Mariano Moreno en "La Gaceta de Buenos Aires" (1810)

Prólogo a la traducción de "El contrato social" publicado en la Gaceta de Buenos Aires en 1810.

Por Mariano Moreno


La gloriosa instalación del gobierno provisorio de Buenos Aires ha producido tan feliz revolución en las ideas, que agitados los ánimos de un entusiasmo capaz de las mayores empresas, aspiran a una constitución juiciosa y duradera que restituya al pueblo sus derechos, poniéndolos al abrigo de nuevas usurpaciones. Los efectos de esta favorable disposición serían muy pasajeros, si los sublimes principios del derecho público continuasen misteriosamente reservados a diez o doce literatos, que sin riesgo de su vida no han podido hacerlos salir de sus estudios privados. Los deseos más fervorosos se desvanecen, si una mano maestra no va progresivamente encadenando los sucesos, y preparando, por la particular reforma de cada ramo, la consolidación de un bien general, que haga palpables a cada ciudadano las ventajas de la constitución y lo interese en su defensa como en la de un bien propio y personal. Esta obra es absolutamente imposible en pueblos que han nacido en la esclavitud, mientras no se les saque de la ignorancia de sus propios derechos que han vivido. El peso de las cadenas extinguía hasta el deseo de sacudirlas; y el término de las revoluciones entre hombres sin ilustración suele ser que, cansados de desgracias, horrores y desórdenes, se acomodan por fin a un estado tan malo o peor que el primero a cambio de que los dejen tranquilos y sosegados.

La España nos provee un ejemplo muy reciente de esta verdad: cuanto presenta admirable el heroísmo de los pueblos antiguos se ha repetido gloriosamente por los españoles en su presente revolución. Una pronta disposición a cuantos sacrificios han exigido, un odio irreconciliable al usurpador, una firmeza sin igual en los infortunios, una energía infatigable entre los cadáveres y sangre de sus mismos hermanos; todo género de prodigios se repetía diariamente por todas partes; pero como el pueblo era ignorante, obraba sin discernimiento; y en tres años de guerra y de entusiasmo continuado no han podido los españoles erigir un gobierno que merezca su confianza, ni formar una constitución que los saque de la anarquía.

Tan reciente desengaño debe llenar de un terror religioso, a los que promuevan la gran causa de estas provincias. En vano sus intenciones serán rectas, en vano harán grandes esfuerzos por el bien público, en vano provocarán congresos, promoverán arreglos y atacarán las reliquias del despotismo; si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía.

En tan críticas circunstancias todo ciudadano está obligado a comunicar sus luces y sus conocimientos; y el soldado que opone su pecho a las balas de los enemigos exteriores, no hace mayor servicio que el sabio que abandona su retiro y ataca con frente serena la ambición, la ignorancia, el egoísmo y demás pasiones, enemigos interiores del Estado, y tanto más terribles, cuanto ejercen una guerra oculta y logran frecuentemente de sus rivales una venganza segura. Me lisonjeo de no haber mirado con indiferencia una obligación tan sagrada, de que ningún ciudadano está exceptuado, y en esta materia creo haber merecido más bien la censura de temerario, que la de insensible o indiferente: pero el fruto de mis tareas es muy pequeño, para que pueda llenar la grandeza de mis deseos; y siendo mis conocimientos muy inferiores a mi celo, no he encontrado otro medio de satisfacer éste, que reimprimir aquellos libros de política que se han mirado siempre como el catecismo de los pueblos libres, y que por su rareza en estos países son acreedores a igual consideración que los pensamientos nuevos y originales.

Entre varias obras que deben formar este precioso presente, que ofrezco a mis conciudadanos, he dado el primer lugar al Contrato Social, escrito por el ciudadano de Ginebra, Juan Jacobo Rousseau. Este hombre inmortal, que formó la admiración de su siglo, y será el asombro de todas las edades, fue, quizá, el primero que disipando completamente las tinieblas con que el despotismo envolvía sus usurpaciones, puso en clara luz los derechos de los pueblos, y enseñándoles el verdadero origen de sus obligaciones, demostró las que correlativamente contraían los depositarios del gobierno.

Los tiranos habían procurado prevenir diestramente este golpe, atribuyendo un origen divino a su autoridad; pero la impetuosa elocuencia de Rousseau, la profundidad de sus discursos, la naturalidad de sus demostraciones disiparon aquellos prestigios; y los pueblos aprendieron a buscar en el pacto social la raíz y único origen de la obediencia, no reconociendo a sus jefes como emisarios de la divinidad, mientras no mostrasen las patentes del cielo en que se les destinaba para imperar entre sus semejantes; pero estas patentes no se han manifestado hasta ahora, ni es posible combinarlas con los medios que frecuentemente conducen al trono y a los gobiernos.

Es fácil calcular las proscripciones que fulminarían los tiranos contra una obra capaz por sí sola de producir la ilustración de todos los pueblos; pero si sus esfuerzos lograron substraerla a la vista de la muchedumbre, los hombres de letras formaron de ella el primer libro de sus estudios; el triunfo de los talentos del autor no fue menos glorioso por ser oculto y en secreto.

Desde que apareció este precioso monumento del ingenio, se corrigieron las ideas sobre los principios de los estados, y se generalizó un nuevo lenguaje entre los sabios, que, aunque expresado con misteriosa reserva, causaba zozobra al despotismo y anunciaba su ruina.

El estudio de esta obra debe producir ventajosos resultados en toda clase de lectores; en ella se descubre la más viva y fecunda imaginación; un espíritu flexible para tomar todas sus ideas; un corazón endurecido en la libertad republicana y excesivamente sensible; una memoria enriquecida de cuanto ofrece de más reflexivo y extendido la lectura de los filósofos griegos y latinos; en fin, una fuerza de pensamientos, una viveza de coloridos, una profundidad de moral, una riqueza de expresiones, una abundancia, una rapidez de estilo y sobre todo una misantropía que se puede mirar en el autor como el muelle principal que hace jugar sus sentimientos y sus ideas. Los que deseen ilustrarse encontrarán modelos para encender su imaginación, y rectificar su juicio; los que quieran contraerse al arreglo de nuestra sociedad, hallarán analizados con sencillez sus verdaderos principios; el ciudadano conocerá lo que debe al magistrado, quien aprenderá igualmente lo que puede exigirse de él; todas las clases, todas las edades, todas las condiciones participarán del gran beneficio que trajo a la tierra este libro inmortal, que ha debido producir a su autor el justo título de legislador de las naciones. Las que lo consulten y estudien, no serán despojadas fácilmente de sus derechos; y el aprecio que nosotros le tributemos será la mejor medida para conocer si nos hallamos en estado de recibir la libertad que tanto nos lisonjea.
Como el autor tuvo la desgracia de delirar en materias religiosas, suprimo el capítulo y principales pasajes donde ha tratado de ellas. He anticipado la publicación de la mitad del libro, porque precisando la escasez de la imprenta a una lentitud irremediable, podrá instruirse el pueblo en los preceptos de la parte publicada, entre tanto que se trabaja la impresión de lo que resta. ¡Feliz la patria si sus hijos saben aprovecharse de tan importantes lecciones!
Fuente: Doctrina democrática, edición de Ricardo Rojas, Librería La Facultad, de Juan Roldán, 1915
.

18/5/10

El día de la Escarapela

18 de Mayo, día nacional de la Escarapela

Escarapela Nacional Cinta con los colores patrios que hace alusión a la nacionalidad argentina.

El 25 de mayo de 1810 se usaron por primera vez los colores patrios en la Escarapela. En 1812 el Triunvirato hizo saber al Jefe del Ejército Mayor que las tropas deberían reconocer y usar la Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata con los colores celeste y blanco, quedando abolida la roja que hasta ese momento se usaba.

En 1935 el Consejo Nacional de Educación proclamó como Día de la Escarapela el 18 de mayo.

Fuente: Sitio del Ministerio de Educación, sobre el día de la Escarapela
.

11/5/10

El Día del Himno Nacional...

11 de mayo - Día del Himno Nacional Argentino

Hoy recordamos el día del himno nacional Argentino. La letra fue presentada originalmente por Vicente López y Planes, y luego será elegida como canción patria, la que, posteriormente, sera llamada "Himno Nacional". La obra va a tener distintos arreglos musicales hasta obtener su forma actual. Sin embargo, aun mantiene su esencia, por la que es un canto a la libertad, la igualdad e independencia.
Junto a la Bandera y al Escudo, constituye uno de nuestros principales símbolos nacionales.

Versiones del Himno Nacional Argentino

El 30 de marzo de 1900 se sancionó un decreto para que en las festividades oficiales o públicas, así como en los colegios o escuelas del Estado, sólo se cante la primera y la última cuarteta y el coro de la canción sancionada por la Asamblea General del 11 de mayo de 1813.


Marcha Patriótica
(Versión original)
Letra: Vicente López y Planes
Música: Blas Parera

Coro
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.

Oid ¡mortales! el grito sagrado:
¡Libertad, libertad, libertad!
Oid el ruido de rotas cadenas:
Ved en trono a la noble Igualdad.

Se levanta a la faz de la tierra
Una nueva y gloriosa Nación:
Coronada su sien de laureles
Y a su planta rendido un León.

Coro
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar;
La grandeza se anida en sus pechos,
A su marcha todo hacen temblar.

Se conmueven del Inca las tumbas
Y en sus huesos revive el ardor,
Lo que ve renovando a sus hijos
De la Patria el antiguo esplendor.

Coro
Pero sierras y muros se sienten
Retumbar con horrible fragor:
Todo el país se conturba con gritos
de venganza, de guerra y furor.

En los fieros tiranos la envidia
Escupió su pestífera hiel
Su estandarte sangriento levantan
Provocando a la lid más cruel.

Coro
¿No los veis sobre Méjico y Quito
Arrojarse con saña tenaz?
¿Y cual lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y la Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
Luto y llanto y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?

Coro
A vosotros se atreve ¡Argentinos!
El orgullo del vil invasor,
Vuestros campos ya pisa contando
Tantas glorias hollar vencedor.

Mas los bravos que unidos juraron
Su feliz libertad sostener.

A esos tigres sedientos de sangre
Fuertes pechos sabrán oponer.

Coro
El valiente argentino a las armas
Corre ardiendo con brío y valor,
El clarín de la guerra cual trueno
En los campos del Sud resonó;
Buenos Aires se pone a la frente
De los pueblos de la ínclita Unión,
Y con brazos robustos desgarran
Al ibérico altivo León.

Coro
San José, San Lorenzo, Suipacha,
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
La Colonia y las mismas murallas
Del tirano en la Banda Oriental;
Son letreros eternos que dicen:
"Aquí el brazo argentino triunfó."
"Aquí el fiero opresor de la patria
Su cerviz orgullosa dobló."

Coro
La victoria al guerrero argentino
Con sus alas brillantes cubrió,
Y azorado a su vista el tirano
Con infamia a la fuga se dio;
Sus banderas, sus armas se rinden
Por trofeos a la Libertad.
Y sobre alas de gloria alza el pueblo
Trono digno a su gran majestad.

Coro
Desde un polo hasta el otro resuena
De la fama el sonoro clarín.
Y de América el nombre enseñado,
Les repite ¡mortales! Oíd:
¡Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al Gran Pueblo Argentino, Salud!


Himno Nacional Argentino
(Versión que se canta actualmente)
Letra: Vicente López y Planes
Música: Blas Parera

Oid Mortales, el grito sagrado:
¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
¡Oid el ruido de rotas cadenas:
ved del trono a la noble Igualdad!

Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud,
y los libres del mundo responden
¡Al gran Pueblo Argentino salud!

Coro
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos
o juremos con gloria morir.

Fuente: Sitio del Ministerio de Educación, sobre el día del Himno
.

Recordatorio: Concurso de Ensayos, en el Bicentenario Argentino

Ya falta menos para el 25 de Mayo, para nuestro Bicentenario (200 años: Bicentenario Argentino), asi que desde Jxi Córdoba te queremos recordar que aún estas a tiempo de participar de nuestro concurso nacional lanzado en el marco del Bicentenario, hace tiempo atras...
Dale, participa y aporta a la busqueda de una república igualitaria...


Concurso de ensayos sobre el Bicentenario Argentino

Centro de Estudios por la igualdad (JxI / CC-ARI)

Tema "En busca de una república igualitaria"

...La ocasión de la celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo genera expectativas entre todos los ciudadanos argentinos, sin distinción de clase o nivel de educación. Dentro de este marco de celebración y reflexión, el Centro de Estudios por la Igualdad (JxI / CC-ARI) convoca a un concurso de ensayos cuyo tema es: “En busca de una República igualitaria”. En este momento tan propicio resulta indispensable el intercambio de ideas y la búsqueda de un paradigma superador para nuestra Nación. Entonces, a partir del esfuerzo de las ideas, cuyo corolario inmediato son los hechos, confiamos en que comenzaremos a transitar
un camino de renovado conocimiento y acción

Plazo limite: 21 de Mayo del 2010
Bases y condiciones en CEPI: Ir a las mismas

http://www.cepi-argentina.com.ar/

.

¿El 25 de Mayo, o el 9 de Julio?: La disputa por el sentido del origen de la Nación

FESTEJOS. Gran manifestación patriótica en 1910.

Las dos Patrias del discurso político
Mayo, la disputa por el sentido
Festejar 1810 o 1816 como origen de la Nación dividió las aguas desde el inicio. Hoy como ayer, la pelea se resignifica.

Es sabido que no se conmemoran fechas sino el sentido que se les atribuye. Ese sentido, especialmente cuando se trata de acontecimientos que marcan el origen de una colectividad, es el resultado de interpretaciones a través de las cuales los actores políticos buscan, apropiándose de su valor simbólico, legitimar sus proyectos. El 25 de mayo no fue una excepción. Designado en 1813 como el día en que nació la Patria, las celebraciones pusieron de manifiesto las luchas por definir de qué Patria se trataba. Exclusivamente porteña desde 1811, el 9 de Julio introdujo otra patria posible. Bernardino Rivadavia, que tan bien encarnaba el espíritu de Buenos Aires, optó por la suya, cancelando la celebración de Julio, y Rosas, nada sorprendentemente, restableció el día de la Independencia, sin renunciar a mayo, como una fecha con el mismo rango. A partir de Caseros la por entonces plaza de la Victoria fue testigo del retorno del 25 de Mayo, pero ya no tanto el de 1810 sino el rivadaviano, y en 1880, con la federalización de la ciudad, las autoridades intentaron borrar la Patria porteña y convertir a la fecha en día del nacimiento de la Nación.

El contraste entre la modestia del Centenario de 1916 y la magnificencia con la que el país celebró en 1910 menos el pasado que un promisorio presente, reveló que la problemática coexistencia de dos Patrias no había desaparecido, y que se optaba, nuevamente, por Mayo. La disyuntiva entre Mayo y Julio, históricamente acuñada, tampoco está ausente en el Bicentenario. A ese sentido ideológico se agrega otro, más directamente político, que está también inscripto en las interpretaciones de una conmemoración en buena medida obligada por el calendario más que buscada. La muy evidente disputa entre oficialismo y oposición no está centrada sin embargo en los avatares del 25 de Mayo sino en la comparación con el Centenario de 1910, casi un lugar común. Y como sucede tan a menudo en las luchas políticas por los significados, el enfrentamiento no es directo, en el mismo plano, sino que se cotejan dimensiones diferentes. El oficialismo, incómodo en una fecha con antecedentes unitarios, opta por las características mismas de los festejos del Centenario, para destacar críticamente el lugar ofrecido a la mirada y a los visitantes europeos, y contraponer un Bicentenario nacional, integrador de las provincias y las tradiciones. La oposición, en cambio, confronta el país de 1910 y el de 2010, para constatar en la Argentina del Bicentenario la ausencia de un proyecto de futuro, el deterioro del Estado y de las instituciones. En cuanto a los ciudadanos, es posible suponer que, si se detienen a comparar, verifiquen, una vez más, la decadencia argentina.

Fuente: Mayo, la disputa por el sentido - Revista Ñ (Por Silvia Sigal) - 26/04/10
.

Revolución de Mayo: Muchas Revoluciones en una...

FRANCISCO DE MIRANDA proclamaba “los descendientes de aquellos ilustres indios, que no queriendo sobrevivir a la esclavitud de su patria, prefirieron una muerte gloriosa a una vida deshonrosa…”.


Vestir el ropaje de los próceres

Como el mito, las narraciones en torno a episodios originarios como la Revolución de Mayo, presentan versiones contrapuestas. Los políticos se adjudican los hábitos de los patriotas y endosan a sus adversarios la máscara del virrey.

Las conmemoraciones son momentos medulares de cualquier comunidad. En ciertas fechas precisas, sus miembros dejan de lado sus hábitos ordinarios y se consagran a rememorar juntos algún suceso primordial. Son en general los mayores quienes se encargan de transmitirle esa memoria a los jóvenes. Y lo hacen repitiendo una serie de relatos que no rememoran solamente los inicios de su pueblo sino también los comportamientos apropiados para desenvolverse en él. Hechos y valores, peripecias y reglas de vida, historias y exigencias morales o políticas son las dos caras inseparables de aquellas fabulaciones. Y por eso sus protagonistas suelen ser los ancestros dignos de recordarse e imitarse (aunque sea por contraste). En esto se reconoce, por otra parte, un acontecimiento mítico: poco importa si tuvo lugar o no, lo importante es que prefigure una coyuntura actual. Nunca sabremos a ciencia cierta si Tales de Mileto se cayó efectivamente en un pozo por contemplar las estrellas y si una esclava no pudo evitar reírse de él a carcajadas, pero el relato de este episodio va a convertirse en un mito de la comunidad filosófica: los esclavos de la opinión van a seguir burlándose de la torpeza de los pensadores en la esfera de la vida práctica (a no ser que el mito prefigure la burla de las clases populares a esos académicos que se ocupan de los asuntos celestes desdeñando los terrestres, porque un mito, hay que decirlo, suscita múltiples interpretaciones).

Los discursos conmemorativos de acontecimientos iniciales como la Revolución de Mayo suelen dividirse en tres partes: "no olvidemos a esos hombres...", "hoy como ayer..." y "sigamos su camino...". En la primera, el orador presenta un somero resumen de la situación política de ese entonces y de las acciones que llegaron a modificarla. En la segunda, establece una analogía entre el pasado y el presente de manera que el acontecimiento inaugural toma el cariz de un augurio de la situación actual. En la tercera, su voz asume una tonalidad admonitoria para alentarnos a imitar a los próceres que la transformaron. Narración, poesía, imitación.

Hace unos días me tocó compartir una mesa redonda sobre el Bicentenario con un profesor francés que escribió algunos trabajos admirables acerca de la coyuntura política reciente en América Latina. Para referirse a las multinacionales que tratan de apropiarse recursos como el agua o la biodiversidad de nuestro continente, este politólogo hablaba de las "nuevas carabelas". Esto explicaba, a su entender, por qué el presidente Evo Morales podía hacer hoy en día un llamado a una "segunda independencia". Personalmente no podía dejar de estar de acuerdo con mi compañero de mesa. Pero lo interesante, en este caso, era la metáfora empleada. Porque, entre otras cosas, los think tanks de las firmas extranjeras hubiesen podido recurrir igualmente a ella aunque invirtieran su valor: las empresas son las carabelas que vienen a traerles la civilización y el progreso a los pueblos atrasados. Atribuirle una dimensión premonitoria a los acontecimientos originarios, convertirlos en episodios míticos de una comunidad, es una operación política de primera importancia: los sucesos fundadores son objeto de las disputas y apropiación por parte de las diversas corrientes de pensamiento de una sociedad. Ningún orador político puede prescindir de esas narraciones del pasado y de esos vaticinios del presente.

Las narraciones en torno a episodios originarios como la Revolución de Mayo conocen también muchas versiones en pugna. Unos van a sostener que, "hoy como ayer", se trata de defender la soberanía política y económica de la nación combatiendo al nuevo imperio y sus secuaces locales. Otros van a recordar que los revolucionarios de entonces luchaban contra ese proteccionismo económico impuesto por los Borbones que había traído aparejado el retraso material e intelectual de la región, como lo había denunciado Mariano Moreno en su Representación de los hacendados. Hay quienes van a sostener incluso que las élites criollas conmemoran su toma del poder y le imponen esta celebración al resto de los argentinos, como si la victoria de su clase hubiese sido la victoria de la sociedad en su conjunto.

A veces basta con un solo nombre para evocar estos relatos. Durante el gobierno del presidente Carlos Menem y del vice-presidente Eduardo Duhalde, cuando María Julia Alsogaray timoneaba la privatización de Entel y Domingo Cavallo establecía la paridad entre el peso y el dólar, algunos medios de prensa habían apodado "el virrey" al embajador de Estados Unidos. Tanto la analogía entre las situaciones como la exigencia de una respuesta política se mantenían aquí tácitas: el gobierno de Menem y Duhalde repetía la dependencia de la época colonial, de modo que debíamos imitar a los patriotas de Mayo y constituir un gobierno popular verdaderamente soberano. Para otros medios de prensa, en cambio, las relaciones "carnales" con los Estados Unidos se parecían más bien a los encuentros furtivos que los propios patriotas habían mantenido con Gran Bretaña, para defender la libre circulación de mercancías contra los nostálgicos del monopolio comercial.

Pero algunos años antes del gobierno de Menem y Duhalde, Raúl Alfonsín había sustituido el balcón de la Casa Rosada por la balaustrada del Cabildo para pronunciar su primer discurso ante la muchedumbre agolpada debajo, en la Plaza. La dictadura militar quedaba asociada así con el Ancien régime del virreinato español mientras que los patriotas revolucionarios prefiguraban su propio gobierno y una presunta renovación, o cambio, del contrato social de la Argentina. Hay quienes se alertaron ante esta evocación del pasado revolucionario. Hay quienes se entusiasmaron con la alerta ajena (Alfonsín, después de todo, había denunciado unos días antes al imperialismo que acababa de invadir la isla caribeña de Grenada).

Así como los alumnos prefieren los papeles de los próceres y se niegan a interpretar a los godos durante los actos escolares, los políticos se apresuran a arroparse con los hábitos de los patriotas y a endosarles a sus adversarios la máscara del virrey. Es muy probable que a algún periodista se le ocurra, en el marco del Bicentenario, tildar a la señora Fernández de Kirchner de "virreina" y comparar a los parlamentarios de la oposición con los miembros de la Primera Junta. Pero no hay que descartar tampoco que algún otro le recuerde hasta qué punto este organismo representaba a las élites criollas y desdeñaba, e incluso perseguía, a grandes líderes populares como José Artigas. Unos pueden asegurar que los argentinos precisan independizarse de Brasil o de Venezuela como en otros tiempos se independizaron de España; otros pueden recordar que la división entre los pueblos ya había sido una estratagema colonial de los Borbones. Algún caricaturista puede vestir a Chávez o Lula con el atuendo pomposo de Fernando VII; esto mismo podría llegar a hacerlo otro con Obama. Las conmemoraciones son fiestas, y las fiestas, mascaradas: a través de una interpretación ritual de los grandes mitos colectivos, los vivos representan, por algunos días, a los muertos.

Relatos de la Revolución

Las propias revoluciones de independencia poseían sus narraciones, su poesía y unos padres cuyos sueños se proponían cumplir (los sueños de los padres de la patria son siempre épicos y castos, claro está). Aquellos acontecimientos también tenían esa dimensión carnavalesca y sus protagonistas repetían ya aquella expresión: "hoy como ayer". No es casual que criollos como Bernardo de Monteagudo o José de San Martín formaran parte de una logia denominada Lautaro. Los patriotas solían calzarse las máscaras de los héroes amerindios que habían combatido antaño al opresor español. Esto explica por qué tanto la canción patria argentina como su homóloga uruguaya convierten al emperador Atahualpa en una suerte de padre totémico de ambos pueblos y por qué sus banderas fueron ornadas con un sol incaico. Pero también por qué el ecuatoriano José Joaquín de Olmedo podía presentar a Bolívar como hijo de Huayna Capac en un poema que celebraba la victoria de Junín. Tanto San Martín como Belgrano se habían mostrado incluso favorables a sustituir la monarquía ibérica por la incaica aunque hayan terminado por toparse con el escepticismo de la mayoría de los congresales reunidos en Tucumán.

Un miembro fundador de la logia Lautaro, el venezolano Francisco de Miranda, apostrofaba en una de las primeras proclamas independentistas a los hispanoamericanos recordándoles que eran "los descendientes de aquellos ilustres indios, que no queriendo sobrevivir a la esclavitud de su patria, prefirieron una muerte gloriosa a una vida deshonrosa..." Las revoluciones se presentaban como la revancha de los americanos oprimidos desde hacía ya trescientos años. Pero lo curioso es que el mismísimo Miranda, como muchos otros criollos, no dudaba en reclamarse a continuación descendiente de los españoles que habían derramado su sangre para conquistar estas "tierras lejanas" (tierras cuyo gobierno los propios reyes ibéricos les habían cedido a través de una serie de solemnes "capitulaciones"). Las revoluciones se presentaban en este caso como la restitución del poder que los colonos españoles habían perdido. Los criollos no cesaban de identificarse alternativamente con los conquistadores y los conquistados, y este cambio de disfraz resultaba a veces tan vertiginoso que puede pasar desapercibido para el lector más atento.

Tragedia o farsa, la historia política resulta inseparable de la representación, de la repetición y del mito. Los acontecimientos históricos ya son conmemoraciones, y las revoluciones no constituyen la excepción: como bien lo había señalado Marx, éstas suelen extraer su poesía del pasado. Los historiadores se consagran a la encomiable tarea de sustituir los mitos por la verdad documental. Pero los propios protagonistas de la historia ya eran, o ya son, adictos a tal o cual relato de la historia. Nacionalistas, liberales o marxistas nos proponen narraciones de la historia que también son convicciones y líneas de acción, como lo eran, en tiempos de la independencia, el mercantilismo o el librecambismo. Y pareciera superfluo decirlo, pero cuando conmemoramos un acontecimiento, no nos acordamos de lo ocurrido ­–¿cómo podríamos hacerlo?–, sino de alguna narración de lo ocurrido.

Hay quienes piensan que una persona dice la verdad cuando repite una y otra vez la misma historia. Hay quienes piensan, por el contrario, que una perseverancia semejante nos sugiere más bien que se trata de una terca fantasía. Hay quienes nos aseguran que no hay ninguna verdad fuera de esta pluralidad de narraciones. Hay quienes aseguran que escucharlas, deteniéndose en sus contradicciones, sus omisiones, sus desplazamientos, nos permitiría llegar a algún tipo de verdad acerca de quienes las repiten.

Como sucede desde hace doscientos años, el próximo 25 de Mayo vamos a conmemorar la Revolución. Vamos a declamar algún relato acerca de aquellos acontecimientos, a proclamar que la lucha sigue siendo, a pesar de las diferencias, la misma, y a reclamar una acción política que, imitando a aquellos héroes, nos conduzca a la patria que soñaron. Y seguramente las fábulas, las comparaciones y las exigencias van a ser todas muy distintas, lo que significa que el mismo día, y probablemente a la misma hora, los argentinos vamos a conmemorar revoluciones diferentes.


Por Dardo Scavino
PROF. DE LITERATURA LATINOAMERICANA EN LA UNIVERSIDAD DE VERSALLES, AUTOR DE "NARRACIONES DE LA INDEPENDENCIA".

Fuente: Vestir el ropaje de los próceres - Revista Ñ (Por Dardo Scavino) - 29/04/10
.

Entrevista a Tulio Halperín Dongui: La Revolución de Mayo y la situación de la historiografia argentina actual

PARA HALPERIN DONGHI, el problema del neorrevisionismo es identificar el pasado con el presente
.

El historiador y la tradición
.
Para Tulio Halperín Donghi, el origen de la Revolución de Mayo se halla en la reacción a las Invasiones Inglesas. En esta entrevista, también se refiere al estado de la historiografía argentina.
.
Arrojado al mundo académico extranjero por la dictadura de Onganía en 1966, Tulio Halperín Donghi construyó su propio espacio de la Historia lejos de la barbarie que tuvo como epicentro a La noche de los bastones largos. Aterrizó primero en Oxford, y a partir de 1972 enseña en Berkeley y desde allí proyectó su trabajo como historiador argentino. Aunque sus principales obras las escribió en bibliotecas norteamericanas, es uno de los más importantes historiadores argentinos. En esta entrevista, que respondió por e-mail, se refiere a hechos y personajes de la Revolución de Mayo. También traza un diagnóstico de la investigación histórica en la Argentina.

-¿Cuándo arranca el proceso revolucionario de Mayo, con qué hechos? Usted ha señalado la importancia de las milicias urbanas en el proceso revolucionario, ¿cómo surgieron y por qué son clave en este proceso?

-Cuándo comienza un proceso como el que desembocó en los sucesos ocurridos en Buenos Aires entre el 17 y el 25 de mayo de 1810 depende de la visión que tenga quien los estudia y del desenvolvimiento de los procesos históricos. Para Mitre, que tanto en cuanto al pasado como al futuro prefería las perspectivas largas, el proceso comenzó cuando el primer europeo pisó las costas del Río de la Plata. Aun para otros menos atraídos por las preguntas que pretende responder la filosofía de la historia, la respuesta depende del rasgo del contexto, en que esos sucesos se desenvolvieron, que más les han interesado. Si ven en esos sucesos el capítulo rioplatense de la reacción de la América española al derrumbe de la resistencia contra la invasión francesa en la metrópoli, concluirán que comenzó cuando la noticia de ese derrumbe llegó a Montevideo: los esfuerzos del virrey Cisneros por evitar la difusión de esa noticia sugieren que fue él el primero en verlos en esos términos. Si les interesan, en cambio, las razones por las cuales el foco revolucionario establecido en Buenos Aires fue el único de los que estallaron en 1810 que no fue sofocado por la contraofensiva realista, lo buscarán donde también lo busqué yo, entre muchos otros: en la reacción frente a las Invasiones Inglesas. El contraste entre la ineptitud que desplegaron en la ocasión los funcionarios regios y la eficacia con que las iniciativas espontáneas de sus gobernados disiparon la amenaza británica hizo perder a esos funcionarios mucho de su legitimidad a los ojos de éstos. Pero, sobre todo, las peculiaridades de la movilización militar de la población urbana pusieron a disposición del sector criollo de la elite colonial una fuerza armada pagada con los recursos del fisco regio y localmente demasiado poderosa para pensar en desmovilizarla. Apenas la crisis de la metrópoli distanció a ese sector del que estaba decidido a defender a todo trance el lazo colonial, puso en sus manos una decisiva arma de triunfo. Tal como lamentaba más de un funcionario regio, el tesoro virreinal no podía enviar socorros a la España resistente porque se desangraba sosteniendo una fuerza armada que era ya la de una facción con cuya lealtad no podía contar en absoluto.

-Al poderío militar se suma el económico...

-Como suele ocurrir en el trabajo del historiador, al elegir una respuesta uno elige, ya sin saberlo, las nuevas preguntas que ella va a suscitar. En mi caso, me llevó a vincular esa peculiaridad del proceso porteño con la implantación, al crearse el Virreinato, de un gran centro militar, administrativo, judicial, eclesiástico y mercantil que cada año inyectaba un millón y medio de pesos del tesoro regio en las escasamente pobladas llanuras de la región pampeana y el litoral. Allí, las exportaciones pocas veces superaban el millón por año, lo que permite entender mejor el papel central que el control de esos recursos tuvo en el conflicto que alcanzó su punto resolutivo en aquellos días de mayo.

-La participación popular en los sucesos de Mayo ha sido largamente discutida. En un extremo se sostiene que fue una revolución patricia sin contenido democrático. Otros analizan formas de movilización y participación política existentes en la época. ¿Cuál es su postura al respecto?

-Esas conclusiones dependen tanto de los aspectos de esos sucesos que interesaron al historiador como de los supuestos que éste llevó a su examen. Entre los que ven en ellos una revolución patricia sin contenido democrático hubo quienes, como Roberto Marfany, reconocieron en esos sucesos la obra de un ejército alineado tras de sus mandos naturales, cuya misión histórica seguía siendo en el presente guiar los avances de la nación surgida de su acción en esas jornadas, pero hubo también quienes consideraban que la entonces conocida como Gran Revolución Socialista de Octubre marcaba el destino hacia el que se encaminaba la entera historia universal, y comenzaban a dudar de que –como antes había creído firmemente Aníbal Ponce– la de Mayo hubiera puesto a la Argentina en camino hacia esa meta. Por mi parte, confieso que me interesé menos en esos planteos que llegaban a la misma conclusión partiendo de premisas opuestas que en las peculiaridades más específicas de la movilización política que acompañó a esos sucesos.

-En relación con los protagonistas de los días de Mayo, como Cornelio Saavedra, Juan José Castelli, Juan José Paso, Manuel Belgrano, Mariano Moreno, ¿cree que la Historia ha sido injusta con alguno de ellos?

-Confieso que no ambicioné constituirme en el oráculo por cuya boca la Historia (con mayúscula) hiciera adecuada justicia a cada una de esas figuras, sino entender un poco mejor el proceso en que todos ellos habían participado. Esto hace que, frente a Cornelio Saavedra, me interese menos en coincidir o no con su futuro adversario y víctima Manuel Belgrano, quien en esas jornadas desplegó una deslumbrante destreza táctica sin la cual no se hubiera alcanzado el desenlace positivo que efectivamente vino a coronarlas, que en adquirir una imagen más precisa de lo que hizo que, apenas el coronel Saavedra informara al virrey Cisneros que no estaba en condiciones de garantizar que las tropas bajo su mando podrían contener con éxito a la muchedumbre que, como preveía, se preparaba a protestar contra la composición de la Junta designada el 22 de mayo, éste se apresurara a renunciar al cargo de Presidente. Y esto hace que frente a la figura de Moreno me interesase más en explorar las razones que hicieron de su actuación en esos días el punto de llegada de una trayectoria que hasta poco antes no era claro que se orientara en esa dirección, y en lo que esa trayectoria individual pudiera sugerir acerca de las ambigüedades del proceso colectivo del que fue parte, que en averiguar si esa actuación contribuye o no a asegurar para Moreno un lugar eminente en el cuadro de honor de los héroes de esas jornadas.

-Yendo al escenario actual, ¿cómo evalúa los avances de la investigación histórica en la Argentina?

-Creo que lo que hemos vivido desde hace ya décadas en la Argentina es la plena profesionalización de la tarea de investigación histórica en un marco institucional creado a partir de 1955. Este marco fue consolidado con propósitos muy distintos por los regímenes militares de 1966-73 y de 1976-83 y devuelto a su propósito primero a partir de esa última fecha, en una tarea en la que tuvieron un papel central no sólo el Departamento de Historia de la UBA, que en rigor retomaba un proyecto interrumpido en 1966, sino también los de universidades del interior que la encaraban por primera vez. Todo eso se reflejó en un mayor rigor en las exigencias metodológicas y un mayor dominio de la problemática en los distintos campos temáticos, apoyada en una relación cada vez menos distante con los avances del trabajo histórico fuera de la Argentina. Esto ha permitido a algunos de nuestros historiadores participar de modo muy creativo en el esfuerzo para buscar enfoques y criterios de análisis adecuados para abordar las preguntas que, acerca del pasado, les propone un tiempo presente marcado por trasformaciones muy profundas en un marco de extrema incertidumbre.

-¿Y cuál es la situación de la historiografía argentina en el escenario global?

-La historiografía argentina ha alcanzado al abrirse el siglo XXI el objetivo fijado para ella por la Nueva Escuela Histórica. Quienes la sirven son integrantes de una comunidad de estudiosos que tanto en el viejo como en los nuevos mundos tienen a su cargo fijar el rumbo de nuestra disciplina. Pero eso, que no podría ser más positivo, la obliga a confrontar los problemas que los avances de la profesionalización plantean aquí como en todas partes. Esa profesionalización impulsa la expansión constante de un aparato institucional cada vez más complejo, que incluye, en nuestro caso, a las universidades que ofrecen el ámbito primario para el trabajo de los historiadores, desde el Conicet y la Agencia de Promoción Científica hasta las fundaciones e instituciones internacionales de las que provienen los recursos que sostienen los nexos de esa comunidad más amplia.

-¿Cuáles son los problemas de los avances de la profesionalización?

-En todas esas instituciones, en mayor o menor medida, se hacen sentir los efectos de la ley de hierro de la oligarquía, anticipada por Robert Michels en su análisis de los partidos socialdemócratas de comienzos de siglo XX que, llevada al límite, hace que quienes controlan esas instituciones las usen en su favor más que en provecho de los servidos por ellas. Así se refleja, por ejemplo, en el porcentaje creciente de puntajes asignados tanto por el Conicet, como, muy frecuentemente, por las universidades que reconocen los puntajes obtenidos en tareas de gestion, en detrimento de los de investigación y enseñanza. De este modo se agrava en sus consecuencias cuando, en esta etapa, teóricamente gobernada por criterios meritocráticos, siguen gravitando otros decididamente particularistas que intentan adquirir una espuria objetividad expresándose en cifras numéricas. Pero aun cuando ello no ocurre, la obligación de probar cada año que lo investigado en ese período ha fructificado en presentaciones, simposios y artículos aceptados en publicaciones con referato lleva a menudo a renunciar a proyectos de mayor aliento o en el mejor de los casos significa un serio obstáculo para los esfuerzos por llevarlos a término. Cuando se recuerda todo eso, es a la vez sorprendente y reconfortante descubrir que en cada promoción de estudiantes hay siempre más de uno (o una) que une a su agudeza de mente y rica imaginación histórica la seguridad de que no puede escapar a su destino de hacer historia, y es ésa la mejor razón para esperar que el futuro depare cosas buenas para la historiografía argentina.

-Usted se ha mostrado crítico con respecto a ciertas versiones "neorrevisionistas" de divulgación histórica. ¿Cree que estas lecturas pueden ser un primer paso que luego derive en lecturas más consistentes de la historia o las considera poco útiles?

-Desde luego puede ser lo segundo; antes de que ganara popularidad ese género era usual que el interés por el pasado se despertara en la primera adolescencia a partir de la lectura de una novela histórica de Alejandro Dumas o de Walter Scott, y sólo quienes, aunque no lo sabían, llevaban ya dentro de sí ese interés sentían la necesidad de pasar luego a esas "lecturas más consistentes". Mi problema más serio con el neorrevisionismo no es ése, sino que para hacer más comprensible el pasado lo identifique con el presente. Para poner un ejemplo: con ese método podría presentarse a Cornelio Saavedra como la dirigente jujeña Milagro Sala de las jornadas de mayo. O, habida cuenta de la prodigiosa destreza táctica que le ganó la admiración de Belgrano, podríamos verlo como el precursor, en esas jornadas, de Juan Domingo Perón. O quizá algún retrospectivo militante de la facción morenista podría equiparar su papel con el desempeñado el 4 de junio de 1943 por el general Pedro Pablo Ramírez, ministro de guerra del presidente Castillo. En la reunión de gabinete convocada por Castillo para organizar la resistencia a la revolución que había estallado ese día Ramírez pidió la venia para retirarse invocando su carácter de jefe de esa revolución. Produjo efectos parecidos a los que la advertencia de Saavedra tuvo sobre el virrey: Castillo abandonó toda idea de resistencia tras una breve excursión fluvial en un guardacostas de nuestra Marina de Guerra. Para entonces, ya reemplazado en el cargo por Ramírez, tal como el virrey lo había sido en Mayo de 1810 por Saavedra, se volvió a su casa, igual que sus ministros.

-¿Pueden ser comparaciones con una función didáctica?

Es verdad que comparaciones como éstas pueden ofrecer una primera aproximación a un personaje del pasado que, en otros aspectos no menos importantes, no tenía nada en común ni con Sala, ni con Perón, ni con Ramírez, pero ocurre que ese neorrevisionismo no se limita a usarlas con esa intención pedagógica, sino que proclama descubrir en un supuesto pasado –que es sólo una alegoría del presente– lecciones válidas para ese mismo presente, ignorando que para que la historia del pasado pueda ofrecer esas lecciones necesita ser de veras historia del pasado, mientras que lo que se confecciona de esa manera no lo es en absoluto.

Fuente: El historiador y la tradición - Revista Ñ - 28/04/10
.

200 años: Bicentenario Argentino

Ya estamos más cerca de la semana de Mayo, del 25 y de nuestro Bicentenario...Por eso, a continuación, un par de notas periodisticas, culturales, y de interes general alegoricas sobre la revolución de Mayo, y sobre este 25, esta vez tan especial que se da cada 100 años...
.
Espero que sean de su agrado, y que les sirva para reflexionar, para recordar sobre la patria que tanto queremos, y a la cual esperamos verla cada día mas grande, más inclusiva, con mas justicia para todos...¡Viva la patria!

8/5/10

Recontrarrepodridos de la política

Me pasa lo que a muchos: oscilo políticamente. No me refiero a que cambie muy seguido mis preferencias (siempre estoy con los que hablan de hacer y hacen, antes que con los que pelean, acusan y no tienen logros). Me refiero al interés que me despierta la política: a veces mucho, a veces poco. A veces nada. Cuando hay peligro de cambio como si estuviera cerca el gol, todo se vuelve significativo, muy significativo, y por lo tanto también interesante. Son días para estar pendiente, para tratar de ver qué le pasa a este animal enorme que es una sociedad, y para tratar de incidir en los resultados del supermatch: las elecciones. Hablamos con parientes y amigos, discutimos por Internet, seguimos de cerca la cosa.

En otros momentos, cuando hay vueltas y más vueltas y vericuetos, y se ven los mil recursos que los gobernantes tienen para no actuar frente a los problemas, para no poner a andar decididamente la máquina de hacer y crecer que es ese animal social, me sobreviene un desencanto profundo. Una mezcla de bronca con desasosiego. Un cansancio, un hartazgo.

Muchos tienen a esta última actitud como la única posible. Están recontrarepodridos de la política, porque sienten que en ella se cocina el mal. Son los talleres del demonio. Los políticos son esos neuróticos que necesitan tener un poder que después no quieren aplicar a nada en concreto, un poder que se mueren por tener, que los reseca y envilece, sin que les de realmente nada muy real a cambio. Como dijo una vez con precisión Sergio Berensztein: los políticos se aburren con la gestión. Prefieren la rosca. Suspenda la reunión con el equipo de planificación de (lo que sea), que tengo que resolver unas roscas con el intendente. No digo que se expresen así, pero eso imaginamos. Eso o cosas peores.

Pero esta actitud es un error. No porque el ambiente político esté lleno de personas que sólo quieren el bien -aunque hay muchas, más de las que creemos, aun en esos terrenos en los que creemos que esas plantas no crecen-, sino porque hay un fantasma, en ese cuento de lo malos que son los políticos, que cambia el sentido de todo. Falta un personaje.

¿Quién falta? ¡Vos! O mejor dicho: ¡uno! Me explico: uno vive creyendo que esas cosas tendría que solucionarlas otro. Que el país tendría que ser de otro modo. Por ejemplo: todos los chicos argentinos tendrían que estar bien alimentados. ¡Qué barbaridad, no lo están!, nos quejamos o decepcionamos, y creemos que hemos hecho nuestro aporte. Pues no. Claro que tendrían que estar alimentados, el tema es quién va a ocuparse.

Mirar a la cara los hechos es darse cuenta de esto: que todos los chicos argentinos estén bien alimentados es un hermoso deseo. Ahora hay que transformarlo en un buen plan, y hacerlo. No hay a quien reclamarle: ¿quién es responsable de que no se realice ese deseo en nuestro país? No hay un superpadre a cargo, hay personas. Esas personas somos nosotros, los argentinos. ¿Cómo vamos a lograr concretarlo?

Sí, ya sé que la respuesta de muchos es que hay otros, los malos, que hacen que las cosas sean así, que de ellos es la culpa, que si no fuera por su perversidad todo andaría bien. Pero es más una manera de ponerse a salvo, de quedar bien, que una verdad. Si dejamos la política en manos de viciosos del poder, la culpa no es de ellos, es nuestra. Siempre va a haber gente capaz de hacer cosas feas, el tema es no dejarlos.

Horrorizarse frente a la política puede ser lindo, puede parecer noble, puede dar la ilusión de que uno es mejor que aquellos que critica. Pero si en los hechos uno no hace su aporte, no sirve. A las cosas hay que hacerlas.

Y además: no es cierto que todo dé lo mismo. Hay opciones. Siempre hay gente nueva que se quiere meter en la maquinaria del poder para ponerla andar a favor del crecimiento, de la plenitud de todos. Siempre hay gente que se junta para dar pasos útiles, que quieren una política de servicio, creativa, útil, moderna.

Hay que acercarse a la política. No hace falta entregarle la vida. La buena política no se hace matando o haciéndose matar, ni olvidándose de uno mismo en un sacrificio altruista. La buena política se hace queriendo al mundo, metiéndose en la realidad, buscando la satisfacción de aportar algo a una realidad que sabemos que se pone buena cuando mucha gente trabaja para mejorarla. ¿O no?

Fuente: Recontrarrepodridos de la política, por Alejandro Rozitchner - FmCosmos - 08/04/10
.
El virus de la idea

¿Somos dueños o no de nuestras propias ideas? ¿Son nuestras ideas realmente nuestras? La pregunta se dispara a partir del comentario de Hebe de Bonafini “vean Canal 7, escuchen Radio Nacional”. Más allá de lo que implique en el contexto en el que vivimos, Bonafini, al decir eso, recurría a un lugar común que quizás esconda algo de verdad, aunque tiendo a creer –quiero creer– que no: que los medios contagian nuestras opiniones y –más– guían nuestras acciones. Que influyen en nosotros al punto de obligarnos a hacer (y pensar) lo que quizás no debemos (¿pero debemos pensar tal o cual cosa?).

Es cierto que en un diálogo uno de los interlocutores puede llegar a adoptar como cierta una afirmación del otro, que el razonamiento mutuo puede causar un cambio de opinión. En todo caso, llegar a un acuerdo es uno de los sentidos de la comunicación. No se trata de influencia o manipulación, sino de pedirle al otro que revise sus ideas a partir de ciertos parámetros. Pero para que este diálogo se dé y las ideas puedan sufrir el mecanismo evolutivo de la supervivencia de la más efectiva, es necesario que cada interlocutor pueda pensar en libertad. Nuestros cerebros son capaces de tal cosa de modo automático. Paralelamente, este tipo de diálogo es el que ha construido el triunfo de las grandes teorías que se entrecruzan en nuestra vida, desde la evolución hasta la física cuántica. Y volvemos a lo mismo: es importante que cada idea que testea otra, cada solución alternativa a un problema, surja del libre juego del pensamiento.

Ahora bien: desde que existen los medios masivos de comunicación (y el alfabetismo los hizo realmente masivos), desde que los espectáculos artísticos son para multitudes, el fantasma de que una idea puede penetrar en las mentes inocentes y causar estragos como un virus se ha hecho más y más fuerte. La censura cinematográfica también se ha basado en eso. Muy temprano tras el nacimiento del cine, los controladores de la moral se dieron cuenta de que las imágenes forjan memoria de un modo mucho más permanente que la palabra (y llegan al analfabeto, también). Entonces, a cortar y prohibir. En el censor aparece la idea de que alguien comprende más el mundo que el resto de la Humanidad y que sabe qué es bueno y qué no para ella. La Humanidad es, así, un monstruo deforme e indiferenciado cuyo cerebro múltiple es el mínimo común denominador de ideas parcas, algo absolutamente corruptible.

Pero resulta que nadie sale a violar vírgenes después de ver La fuente de la doncella, a nadie se le ocurre llamar al vecino para sacarle el hígado y comerlo con zanahorias y chianti tras ver El silencio de los inocentes, ni mucho menos ir a Palermo a decapitar un caballo y poner la cabeza en la cama de la suegra porque vio El Padrino. Sabemos qué es falso: desde que somos chicos comprendemos que el Lobo no se comió a Caperucita; lo que nos importa es saber si en ese cuento los personajes son buenos o malos. Extrapolando estos comportamientos, uno puede decir que nadie cree automáticamente lo que le dice TN o Canal 7. Nuestras cabezas funcionan de manera autónoma y cada uno tiene una visión particular del mundo. Una visión que puede coincidir mucho con la de otro, pero que sigue siendo individual y producto de elecciones voluntarias.

Volvamos al principio: ¿son nuestras nuestras ideas? Me sometí al experimento de ver 6, 7, 8 unos cuantos días y creo –dado que me considero un típico exponente de la raza humana– que no, dado que no sólo no me hice kirchnerista sino que la manipulación del discurso de esos dizque periodistas me resultaba tan evidente que me dio bronca ser tratado como un idiota a quien el conductismo de la repetición puede convencer de algo. Como soy una persona ecuánime –o intento serlo: recuérdese que “ecuánime” y “objetivo” no son lo mismo– me sometí a la misma dieta de programas políticos de TN. Misma cosa: ver a los duetos buscar el pelo en el huevo o a productores manipular los zócalos me permitían ver que una cosa es criticar al Gobierno en lo criticable y otra manipular los adjetivos para que cualquier cosa adversa que pase en el mundo sea culpa de los Kirchner. Pensé lo mismo: que me trataban de orate. La prueba se puede repetir en gráfica: tomen un El Argentino y lean en paralelo la edición de Clarín del mismo día. Mis ideas respecto de la Argentina y los medios seguían siendo mías y habían pasado la prueba de contrastarse con las representaciones de esos medios.

Charlando con mi viejo, noto que a él (que no es periodista, por lo tanto no vive en ese micromundo que a veces nos rodea y confunde a las ratas de redacciones) le pasa lo mismo. Siendo opositor a este gobierno, no deja de decir “che, lo de Teéne ya es asqueroso”; ve el fútbol del 7 porque don Miguel es hincha de Independiente, pero dice que cómo joden con la propaganda oficial. Y ésa es la clave: el “eso es asqueroso” y el “cómo joden” demuestran que en todos hay una impermeabilidad saludable y básica a la obscenidad del conductismo. Que si decidimos no prestar atención a tal o cual cosa, lo hacemos por alguna razón.

(De paso, deberíamos pensar en eso respecto del comportamiento de la gran mayoría de los argentinos durante la dictadura, porque creo que hay una mala apreciación de esos tiempos tanto por los detractores más publicitados de los asesinos como de quienes dicen que en el fondo con los milicos estábamos mejor).

Volviendo: Hebe de Bonafini decía que los periodistas de la red de medios públicos eran los únicos que decían la verdad y –peor– a los que había que ver. El problema es que, al decir eso, se colocó en el mismo lugar de un creativo publicitario que cree que a “la gente” se le puede crear una necesidad gracias a las armas modernas de la persuasión. Bonafini cree que si “la gente” no adhiere a sus ideas o a este gobierno es porque los medios le mienten o no le dejan ver la realidad. Cree, y dice, que nuestras ideas no son nuestras, que otro nos las impone. Básicamente ésa ha sido la razón de censuras y prohibiciones. Una buena idea –digamos, la idea de que el Estado no puede asesinar, de que la tortura es mala– puede testearse contra cualquiera si es realmente mejor que otras, sin necesidad de que las otras no se escuchen: siempre voy a sentir náusea al leer Cabildo o La Nueva Provincia. Si, digamos, la administración Kirchner hace las cosas bien, el público verá fácilmente la manipulación de los grandes medios como tal. Si no, usará esos datos para seguir indignándose. Pero la indignación no la causan los medios: el ciudadano decide indignarse. Cuando Bonafini dice que los medios no oficiales están al servicio del capital internacional, es una opinión y una hipérbole atendible (no necesariamente cierta del todo, claro). Pero cuando dice que por eso no hay que ver ni oír todo, sino ver y oír los medios del Estado (y creer su información) está diciendo que los medios modelan a los ciudadanos: en suma, que no piensan por sí mismos.

Una de las características del ser humano es su capacidad de razonar y, sobre todo, comunicar ese razonamiento o un saber a otro ser humano. Otra, más importante, es la voluntad. Quien no tenga tales capacidades no será –o será menos– humano. La peligrosidad de lo que dijo Hebe de Bonafini se basa en que niega la humanidad de quienes no piensan como ella y no tanto en quienes elige como enemigos (algunos de ellos, incluso, creen también en el silencio del adversario, como ella). Y, si no es humano, se lo puede matar. Las ideas no se matan, pero mueren cuando muere quien las piensa.

Fuente: CONTRATAPA: El virus de la idea, por Leonardo M. D´Espósito - Critica Digital - 28/03/10
.

El albañil que se hizo leyenda

Obdulio Varela es el dueño de una de las frases más reconocidas de la historia de los Mundiales: "Los de afuera son de palo. Cumplidos, sólo si somos campeones". Capitán y emblema del Uruguay de 1950, trabajó como peón de obra para poder comer. Tras la final contra Brasil, abrazó a los vencidos por los bares de Río de Janeiro.

Obdulio Varela consiguió lo que casi nadie pudo en la historia del fútbol: que su nombre se hiciera también un adjetivo que califica sin necesidad de explicaciones añadidas. Ser "un Varela" o "un Obdulio" o "un Negro Jefe" resulta, en Uruguay, una inequívoca señal de caudillo, de líder, de personalidad brava y leal. Fue crack sin la habilidad de Maradona; fue emblema sin la estampa de Beckenbauer; fue decisivo sin los goles de Pelé.

Y hubo un instante clave del día en que se recibió de leyenda perpetua. Friaca acababa de poner a Brasil en ventaja, en la antesala de esa consagración que parecía inevitable, en el Mundial de 1950. Entonces Varela se adueñó de la escena. Después, lo contó: "Lo que hice fue demorar la reanudación del juego, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido. Entonces a paso lento crucé la cancha para hablar con el juez de línea, reclamándole un supuesto off-side que no había existido, luego se me acercó el árbitro y me amenazó con expulsarme, pero hice que no lo entendía, aprovechando que él no hablaba castellano y que yo no sabía inglés. Pero mientras hablaba varios jugadores contrarios me insultaban, muy nerviosos, mientras las tribunas bramaban. Esa actitud de los adversarios me hizo abrir los ojos, tenían miedo de nosotros. Entonces, siempre con la pelota entre mi brazo y mi cuerpo, me fui hacia el centro del campo de juego. Luego vi a los rivales que estaban pálidos e inseguros y les dije a mis compañeros que éstos no nos pueden ganar nunca, los nervios nuestros se los habíamos pasado a ellos. El resto fue lo más fácil".

Las particularidades de aquel encuentro decisivo y de la actuación de Varela las contó el escritor argentino Osvaldo Soriano en "Artistas, locos y criminales" (1983): "Los uruguayos atropellaban sin respetar a un rival superior pero desconcertado. Obdulio empujaba desde el medio de la cancha a los gritos, ordenando a sus compañeros. Parecía que la pelota era de él, y cuando no la tenía, era porque la había prestado por un rato a sus compañeros para que se entretuvieran".

Tras el Maracanazo, contrariado entre el triunfo y tanta decepción ajena, se metió en la noche de Río de Janeiro. Bebió desencantos por los mostradores de la ciudad de esa tristeza sin fin, abrazado a sus vencidos. Nadie sabía quién era ese grandote que no hablaba portugués. Era el mismo que un rato antes de la epopeya deportiva uruguaya les había dicho a sus compañeros su frase más recordada: "Los de afuera son de palo. Cumplidos... Sólo si somos campeones". Los dirigentes daban por válida una derrota decorosa. En el estadio carioca, monstruo de 200 mil cabezas, habitaba la certeza de la victoria.

No le importaban la televisión, las revistas, las apariciones públicas, los reportajes, la gloria breve de un título. Varela vivía de espaldas a los carteles luminosos y no se paraba en los puestos de diarios para verse en las tapas de las revistas. Antonio Mercader (alguna vez ministro de Educación del Uruguay) lo escribió en 1974, en la revista Siete Días: "Desde que volvió de Maracaná le huye a la fama. En 1950 bajó del avión en Carrasco, pidió un sombrero y se lo calzó hasta los ojos; levantó las solapas del impermeable y así camuflado se escurrió entre la gente. Se aisló, rehuyó a los periodistas que sitiaron su casa y durmieron en la vereda, esperándolo. Todavía sigue en la misma. '¿Entrevistas? ¿Para qué?'"

Eduardo Galeano, escritor uruguayo, mago de las palabras, lo contó a Obdulio en el marco de una huelga de futbolistas de aquel lado de la Orilla Rioplatense: "Mucho los ayudó el ejemplo de un hombre de frente alta y pocas palabras, que se crecía en el castigo, levantaba a los caídos y empujaba a los cansados: Obdulio Varela, negro, casi analfabeto, jugador de fútbol y peón de albañil".

Obdulio Jacinto Muiños Varela nació en Montevideo un día antes de que brotara la primera de 1917. Se lo conoció por su nombre, por el apellido de su madre y por su apodo que también hablaba de él: Negro Jefe. Jugó en el Club Deportivo Juventud y en Wanderers. En 1943 fue transferido a Peñarol, con el que obtuvo seis campeonatos. En la selección uruguaya debutó en 1939 y tres años más tarde ganó la Copa América. Lo mejor sucedería en los Mundiales: con él y su número cinco en la espalda dentro del campo de juego, La Celeste no conoció la derrota. En Suiza 1954, sin Obdulio en la cancha, Hungría lo eliminó en semifinales.

Los dirigentes lo querían menos que poco. Era incómodo ese grandote lento, de hablar poco y de decir mucho. Por ejemplo, cuando Peñarol decidió ponerle publicidad a las camisetas, Obdulio se negó. Todas las camisetas la lucían, menos la de ese centrojás que parecía capaz de todo. Tiempo después, la conducción del club le quiso dar al Negro Jefe el doble del premio que a sus compañeros. Lo dijo en una frase: "Para todos 500; o también para mí 250". Y cada jugador recibió lo mismo: 500 pesos.

Se fue del modo que eligió: austero, sencillo, en silencio. Cuando estaba por cumplir 79 años, murió entre pobrezas. Pero se llevó algo y para siempre: toda la gloria que podía caber en su cuerpo enorme.
.

Mes a Mes, una visión tanto política como cultural

~ Nuestra Agenda ~

~ Nuestra Agenda ~
Actividades tanto Políticas como Culturales, organizadas y/o propuestas por Jóvenes por la Iguadad Córdoba.

El Video Político Argentino: "Nuestra Constitución Nacional"

Preambulo de la Constitución Argentina: con voz de Jorge Lanata, del programa televisivo "Día D" (Canal América), 2001.

¿Cuando demandamos como sociedad, que la clase politica la respete?..Deberiamos aprender que ningun hombre tiene que estar por encima de ella, esa es la base de la igualdad de todos ante la ley...Pensar que deciamos en el 2001, "que se vayan todos", y aparecio más de lo mismo, Néstor Kirchner (se sabia en Santa Cruz ya quien era, como se manejaba), y luego su mujer, Cristina Fernandez de Kirchner, y con ellos, volvieron muchos más, la impunidad, la corrupción...¿Cuando aprenderemos a elegir a "nuestros representantes"?, ¿Cuando aprenderemos a votar algo distinto?...Hagamonos cargo de nuestro errores y de nosotros depende defenderla hoy, hacerla cumplir.

.