Un espejo de los Kirchner
Carlos Pagni
Deberán pasar unas semanas para que se despeje la incógnita de la designación de Héctor Timerman como nuevo ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina. Se trata de saber si los Kirchner decidieron abrir en la Cancillería una ventana al exterior o instalar allí un espejo que les refleje su propia imagen, un eco que repita su propia voz.
La duda cabe por razones que resultan obvias. En los últimos tiempos, Timerman asumió de manera tan apasionada la defensa del kirchnerismo que llegó a convertirse en una especie de talibán. Las cruzadas del nuevo canciller no estuvieron ligadas a sus funciones de embajador en Washington, sino a sus verdaderas obsesiones: los medios de comunicación y la política de derechos humanos. De unos meses a esta parte, Timerman se envolvió en la sotana de Gran Inquisidor para contribuir a la impugnación que el Gobierno hace de sus críticos, o de sus antiguos aliados, con argumentos ad hominem fundados en selectivas tareas de arqueología.
¿Cómo hará convivir ahora esa propensión a dar batalla con su condición de jefe de la diplomacia? ¿El Palacio San Martín se convertirá, a partir de hoy, en un centro de combate? Tal vez sean preguntas mal planteadas y el reemplazo de Jorge Taiana signifique que la Cancillería fue despojada de una vez por todas de sus funciones específicas para quedar consagrada a la polémica doméstica.
La salida de Taiana inspira tantos interrogantes como la designación de Timerman. La versión paraoficial señala que el ex ministro dimitió después de que Kirchner le reprochara, en una discusión arrebatada, el nuevo callejón en que se encuentra el conflicto con Uruguay. En efecto, el presidente José Mujica respondió a la pretensión de un monitoreo ambiental binacional de la planta de UPM -antes llamada Botnia-, proponiendo un examen sobre la contaminación que afecta al río Uruguay desde ambas orillas, en el que interveniera también Brasil, el otro Estado ribereño. La contraoferta supone investigar pasteras, curtiembres y campos regados de glifosato localizados en la Argentina. También implica involucrar a los brasileños, para que haya una tercera opinión en los dictámenes.
El secretario general de la Unasur no se habría enfadado tanto con esa réplica como con su publicación en los diarios argentinos, que imputó a Taiana. Fuentes oficiales coincidían anoche en que el canciller ofreció su renuncia después de que Kirchner lo llamara "desleal". Sin embargo, el propio funcionario se encargó de consignar que su cambio de palabras fue con la Presidenta, no con su esposo.
Del alejamiento de Taiana hay otra versión. El motivo de la discordia sería la citación del embajador Eduardo Sadous a la Comisión de Relaciones Exteriores de Diputados, para que declare sobre las presuntas coimas que se habrían cobrado a los pequeños y medianos empresarios que pretendían exportar sus mercaderías a Venezuela. Varios kirchneristas ultras reprocharon a Taiana cierta prescindencia frente a esta amenaza opositora. Acaso tengan razón. El ministro ha evitado dar la cara por la hermandad bolivariana. Esa defensa quedó a cargo de Julio De Vido.
Hay un dato que respalda esta lectura, según la cual Taiana se marchó por el escándalo venezolano y no por la crisis oriental: anteanoche Sadous fue autorizado por la Cancillería para asistir al Congreso. Durante la mañana de ayer, la Dirección de Personal de ese ministerio informó que no había obstáculo alguno para esa diligencia. Como adelantó LA NACION, a partir de la declaración de Sadous, la oposición pretende crear una comisión investigadora sobre la relación entre Buenos Aires y Caracas en los últimos siete años. Habrá que ver qué actitud adopta Timerman frente a esta encrucijada.
Más allá de los detalles del desenlace de ayer, las diferencias del canciller con sus jefes eran antiguas, ya que él se sentía ignorado en materias de su competencia. En el conflicto comercial con China, por ejemplo, Cristina Kirchner se plegó al enfoque de la ministra de Producción, Débora Giorgi, con el que Taiana disentía. El endurecimiento de las relaciones con Gran Bretaña por la explotación de petróleo en las aguas circundantes a Malvinas tampoco encontró en él a un abogado convencido. Y la gestión para entronizar a Kirchner en la Unasur le fue confiada a la diplomacia paralela que ejerce, desde una oficina del área presidencial, el ex guerrillero Rafael Follonier. En los últimos dos años, Taiana eludió cubrir algunas vacantes de la burocracia a su cargo para evitar que la Presidenta designara a funcionarios que a él le resultaban antipáticos (la Subsecretaría de Política Exterior y las embajadas en Londres y en Roma, por ejemplo). Entre sus principales colaboradores hay también quienes quieren alejarse. Es el caso del secretario de Relaciones Exteriores, Victorio Tacetti, que aspira a convertirse en embajador ante la OEA. Follonier fue sondeado anoche para ocupar el cargo de Tacetti.
Con la repatriación de Timerman, Cristina Kirchner promovió a alguien de su propio círculo, no del de Kirchner. Cuando era cónsul en Nueva York, este funcionario ofició como el cicerone de la entonces primera dama en esa ciudad. Timerman está entre los pocos kirchneristas que hablan inglés, y eso lo ayudó también a convertirse en asistente -sherpa- de la Presidenta en las reuniones del G-20. Esas funciones lo encontrarán el lunes que viene en Toronto. Allí, el sucesor de Taiana despejará la principal incógnita de su nuevo destino, es decir, sabrá lo que sus superiores esperan de él: si la guerra o la paz.
Fuente: Un espejo de los Kirchner, por Carlos Pagni - La Nación - 19/06/10
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